Dolce Melodia~


~Senza Fine~
Tu trascini la nostra vita, senza un attimo di respiro
Per sognare, per potere ricordare, cio che abbiamo gia vissuto
Tu per me sei luna e stelle, tu per me sei sole e cielo
Tu per me sei tutto quanto, tutto quanto io voglio avere

Estado: Pensativa
Música que escucho: Bunny Love (Breakerz)
Download: Monster Musume no Iru Nichijou (cap6)

Endless Story: Esta vez traigo un episodio titulado “Dolce vendetta“, cronologicamente transcurre unos dos años después del viaje de Ran a Canada. Debido a problemas personales con mi compañera de rol, no escribiremos más juntas, este capítulo será el último que publique. La idea final es que quedaría bien conformado un trío entre Giovanni, Azariel y Caesar (Al destape, Caesar en el pasado estuvo enamorado de su padre, un afecto no correspondido que cambiaría en el futuro).


Bar Narcissus. Se encontraba en aquel interior, solitario, el joven más hermoso que en su larga vida había tenido el encanto de contemplar. Oh cruel Narciso, que lo había rechazado a él que había sido tan dedicado prometido. Como víctima de ese bello ser, rezó a su propio dios Némesis para que algún día este conociera el dolor del amor no correspondido, y ahora feliz estaba porque gracias a la ayuda providencial quedó desgraciado en triste abandono al perder los placeres de un romance. La antigua espada con empuñadura que llevaba tallado con caligrafía gótica el nombre “Giovanni”, como símbolo de una trágica historia compartida, lo acompañaba. Obsequio adorado que se volvió maldito por la traición, sin embargo él no había caído en la debilidad de Ameinas usándola en ese entonces como arma para cometer suicidio, sino que con bravura la había dedicado al oficio de torturar el cuerpo amado y odiado.

Horario en el cual los demonios deambulan, con sed de más venganza apareció en busca del único bartender que lo podía saciar. Su gallarda figura se reflejó en los muros de espejos al pasar, atractiva criatura inmortal que permanecía con el paso de los siglos con la apariencia física de sus bien apuestos cuarenta, y con una cuidada elegancia en el vestir que gustaba mantener aún para lo casual. Su castaña cabellera era desmechada, sus ojos café se habían hace mucho tiempo teñido en dorado para hacer brillar el rencor anidado en su alma, y con su barbita parecía la representación del mismísimo gobernante del ardiente infierno. Vestía para la ocasión de sus más refinadas prendas: Una camisa de seda negra, con cuello paloma y puños en color gris con detalles en plateado; un pañuelo de seda negra sujeto con un broche plateado en forma de calavera; pantalón de seda negra con faja color gris con detalles en plateados; y zapatos charolados negros. Ingresó con gala al recinto, esperando impactar como reflejo de pasado siniestro al punto de causar terror demencial.


Los días eran solitarios, las fuerzas se desvanecían, y aunque en su bar se seguía demostrando como el maravilloso dueño, en el interior su cabeza se llenaba de pensamientos, la única virtud que aún podía concederle alegría eran esos pequeñuelos que lamentablemente no podía tener todo el tiempo que quisiera, eran momentos fugaces de felicidad al recordarlos. Cortó sus pensamientos con una sonrisa, en el instante que se despedía del último cliente, su mirada se había alzado hacia el reloj notando que estaba justo para cerrar.

Salió de tras de la barra para caminar hacia la puerta, sus pasos apenas avanzaron un par cuando la puerta se abrió recibiendo un cliente. Sus labios se separaron para informar que el servicio había terminado, alzando la vista hacia aquella persona para brindarle completamente la atención. -Lo siento es…-, la voz se rompió en el silenció, sus ojos dibujaron bien el rostro de aquel desconocido que en el fondo se volvió como una imagen de alguien bien conocido.

La persona enfrente suyo parecía infundir un poder que lo paralizaba porque no podía moverse más, era una sensación que se mezclaba con un vago sentir de que sabía de quien se trataba, de conocer que era mejor moverse para apartarse, pero, que aún así sus piernas se clavaban en el piso sin hacerle caso sólo sintiendo un frío por el cuerpo, y casi podía jurar sobre su apariencia que se había vuelto más blanco que el papel.

Dio un paso hacia atrás golpeándose con la barra cuando pareció por fin recordar como se hacía aquel movimiento, tanteado sobre su mano el acceso tras de ella. -…E-estamos cerrando…-, la voz pareció volver apenas con filo.


Extasiante sensación de reencuentro, era un volverse a enamorar, primera vez que gozaba de esa cercanía con la reencarnación de Azariel. Visión fantasmal cuando evocaba en su mente la despedida siglos atrás, cuando en un exceso de violencia, envenenado por la frustración de su amor no correspondido, él mismo apagó la vida que adoraba y odiaba. Las leyes de la creación eran imposibles de leer para él como para haber sabido si volvería a nacer y cuando, y desganado había quedado para vivir su inmortalidad expectante por un día en el que pudiera recuperarlo. Su vida fluyó en la soledad hasta que hace cincuenta y dos años su esposa de antaño apareció, mujer que lo envolvió con astucia en un plan malicioso que al final solamente alimentó su odio en cruel desamor. Hasta que hace cinco años se enteró de que Azariel ya se encontraba en un mismo mundo, cuando el azar del destino cruzó en su camino a un vidente que al conocer su pasado le juró crear un brillante futuro en el que gozaría el ser deseado por el conejo blanco.

En un movimiento veloz imperceptible para el ojo humano, su espada levantó contra el ingrato, produciéndole un corte en la mejilla. Mantuvo un momento el filo sobre la empalidecida piel imponiendo respeto. Un toque insignificante cuando con facilidad podía volarle la cabeza, en definitiva lo único que buscaba era asustar. -Qué descortés, no debes rechazar atender a tu cliente especial, deberías invitarme lo mejor que la casa tenga para ofrecer... Sobre todo porque tú y yo tenemos que nuestra unión celebrar. ¿O será acaso que no reconoces a tu prometido?, ¿no recuerdas nuestro intenso pasado juntos?-, cuestionó. Guardó la amenazante arma en su funda y redujo la distancia para transformar su rudeza en el bello gesto de un gentil beso en el dorso de la mano del albino. –Soy Giovanni Romanisio, y por el poder que me confiere tu familia me presento hoy ante ti reclamando tu mano en matrimonio, exigiendo restituir un papel en tu vida que en otro siglo me fue arrebatado. Un pariente mío ha consumado una deshonra contra los Rumsfeld, y yo he aceptado hacerme cargo. Ellos me han aceptado como digno para ser tu futuro esposo, y espero también puedas aceptarme como tal sin reproches. Sabido es que mi irresponsable hijo, conocido por ellos como mi hermano mayor, te ha dejado a la deriva con dos criaturas, escapando tras una amante… Yo nunca te abandonaría, cómo podría cuando tanto te amo. Sin embargo como traidor que fuiste, no voy a mentir, no siento pena por ti, tuviste tu merecida lección. Es hora de que te dediques a mí, como debió ser, ¿no crees?...- se acercó aún más y lamió la tentadora sangre que brotaba de la suave piel.

Se alejó, tomó asiento y dejó descansando la espada en el suelo en señal de paz. –Tu familia cuenta ahora con un par de ojos negros de demonio que cada uno de tus movimientos puede ver, no tienes lugar donde esconderte. Se planteó vender a tus vástagos en el mercado negro, si eso pasara jamás los volverías a ver, ¿eso es lo que quieres?... Fuiste privado de ellos una vez, ¿no te gustaría en esta oportunidad verlos crecer? Al casarte conmigo serán presentados en sociedad como mis hijos legítimos, ¿conveniente, no?... Qué mal parado estás. Déjame hacerte feliz esta vez, reconoce que soy el único que puede darte una vida con gratificaciones…-, expresó queriendo evitar cualquier rechazo, no le importaba si Azariel aceptaba sólo por conveniencia de los infantes y no por tenerle estima alguna a él, domarlo apaciguando el conflicto entre ambos era un buen tercer paso para en el futuro alcanzar una total conquista. El primer paso había sido aprovechar las artes de Lowell, su aliado, para liar a Caesar con Azariel en un romance que podía dar frutos pero no perdurar demasiado en el tiempo por la existencia de una tercera persona que encadenaba al lobo, para que así aprendiera sobre la crueldad del abandono. Y la complicada relación que Azariel había iniciado con Edward hace dos años, útil también había resultado en todo ese drama, cuanto más miserable se sintiera el conejo por culpa de esos patéticos noviecitos mejor para él. El segundo paso había sido ganar el apoyo de los Rumsfeld, dando a conocer el paradero del miembro fugitivo que tanto buscaban más la deplorable historia de este, y presentando su caballeroso interés por sanar la falta de su “hermano”, por supuesto que el dinero de por medio y su íntimo contacto con la prestigiosa familiar Weller le sumaron puntos.


La palabra prometido fue como una ráfaga de viento golpeándolo violentamente, en el olvido se quedó la existencia de aquel corte que aunque ardiera y palpitara el dolor pareció nada en comparación con aquellas palabras, esa voz lo había cortado con más velocidad que la espada, y muchas más veces que el insignificante corte que ahora dejaba un rocío lento de carmesí.

Sus labios temblaron como si buscaran articular algo pero ni una palabra salía de ellos. -Giovanni.-, delinearon ese nombre sus labios sin sonido sobre la voz del mayor, esa ráfaga que en un instante fue fría y violenta revivió recuerdos, demasiados golpes en su mente que por un instante pensó que iba a desvanecerse, sólo se apoyó con más fuerza contra la barra, diversidad de imágenes, en algunas se “entregaba” feliz al acercamiento de conquista…. En otras…. Era la visión contraria de todo aquello. Sudor frío por aquellos recuerdos, mordió sus labios con fuerza en un instante todo su panorama cambiaba.

Cerró los ojos a la caricia de aquella lengua que arrebataba los brotes carmesí de su rostro, no se movía sólo se quedaba quieto, era como ser parte de aquella muñeca que en un tiempo fue, una sensación infundada de miedo hasta los huesos, era por ello que también se silenciaba mordiéndose el labio pues en el fondo las palabras expresadas estaban bien escogidas, eran palabras que apuñalaban con su propia culpa.

Abrió los ojos con horror al escuchar lo que su familia pensaba hacer con aquellos pequeños que dio a luz. -No-, Casi gritó antes de cubrirse el labio, no deseaba perderlos, eran todo lo que tenía en esos momentos, eran por lo único que vivía, por eso los había escondido esperando que su familia jamás supiera. No podía permitirse perder a su hijos, esos dos pequeñitos que culpa alguna no tenían, y… En el fondo, aunque lleno de temor se encontraba, sabía que aquel frente a sus ojos era alguien con palabra, era alguien que… En alguna parte le dio calidez… Tragó en seco, y trató de calmarse aunque aún se congelara por los últimos recuerdos de lo que alguna vez pareció ser su vida.

El anillo que adornaba uno de sus dedos, ese que fue un regalo místico de algún desconocido, se tornaba negro para irse desvaneciendo lentamente para caer como cenizas como si hubiera cumplido su misión de presentar sólo una parte de la historia para el primer paso de un plan siniestro, dejando ahora sólo la espora del tiempo fluir con el mismo brote de aquellos encuentros del destino.

-…Yo… Acepto humildemente su petición… Gracias por fijarse en tan humilde ciervo…-, coronó acercándose a su ahora prometido, le depositó un beso en la mejilla como un saludo de aceptación, dócilmente se estaba entregando a él.


El albino dejó un beso gentil de aceptación en su mejilla, en su época maravillosa fue un gesto cotidiano, este era el recomponer de una buena costumbre. En su rostro serio se dibujó una leve sonrisa al recordar a un Azariel de otra era, en plena adolescencia, adorablemente vergonzoso por su exigencia del beso apasionado al que tenía derecho a probar como prometido.-No te vuelvas tan modesto, mi querido Narciso. Deberías mantener presente el apodo que has tomado, reconocerte como el ser codiciado que eres. Cuantos individuos habrán traspasado tu muro de espejos ahogados en problemas, esperando animarse al poder contemplar a la más bella flor. Después de que ese sujeto dejó de corresponderte, te convertiste en trágica leyenda, muerto en vida te transformaste en la más delicada flor... Pero yo he venido hoy para arrancarte de este suelo que te condena a marchitarte, y así darte de mi cálida energía de vida para devolverte tu más gloriosa forma, para que vuelvas a ser un fuerte hombre. Haré que vuelvas a sentirte como uno… Deberás serlo, por el bien de los cuatro.- declaró.

De rodillas ante su adorado, decoró la mano ajena con el anillo símbolo de la sagrada unión de ambos, elegante joya de hematiste con un prominente diamante negro en el centro. -El color negro representa la prosperidad, la salud, la fidelidad, la fuerza y la felicidad. A menudo tiene una asociación negativa, por lo que las personas que pueden llevarlo desprenden estilo y confianza…-, repitió la definición dada por el vendedor. –Hazlo relucir siempre como un color positivo, restaurando así mi confianza en ti…-, exigió a su prometido. Besó la piedra preciosa antes de ponerse de pie.
-Mañana partiremos a Inglaterra, es lo correcto visitar a tu familia. Sé que tus… Nuestros hijos quedaron bajo los cuidados de una niñera, yo me encargaré de pasar a retirarlos. Cuando nos establezcamos en nuestro hogar, tengo en mente quien sería apropiado para reemplazarla.-, esbozó sus planes para el futuro.

Volvió a hablar después de unos minutos de silencio sepulcral. -Ahora celebremos nuestro compromiso, solamente nosotros dos, en esta agradable intimidad que la placida noche nos da. Qué conveniente, para mi criatura de las sombras, que estés bien adaptado a los hábitos nocturnos. Y entonces, ¿qué esperas para invitarme lo mejor que la casa tiene para ofrecer?-, cuestionó. –Exquisito Narciso, permite que todos mis sentidos gocen de ti. Agasájame, desenvuelve tu sensual cuerpo para mi, sobre la mesa sírvete para que te devore…-, hizo su erótico pedido encantado por el hermoso bartender.


Que realidad tan verdadera había adoptado, el nombre de aquel ser mitológico que se enamoró de su propio reflejo, era un hechizo aventado hacia sí mismo por todo lo que había perdido, felicidad tras felicidad, en un momento pensando ser feliz con su amigo que pasó a ser más que sólo eso y en otro recuperar un antiguo amor que tampoco podía ser.

La mirada pasó a sus dedos desnudos donde uno de ellos se vio coronar por un anillo, las palabras expresadas dejaban claro los pecados que no debía cometer de nuevo, no debía caer otra vez en una tentación, aunque en realidad sospechaba que eso jamás pasaría porque…. No había nada que lo pudiera tentar de nuevo, era consciente que todo lo que él estimaba ahora descansaba en brazos de otros. Trató de ahogar una negativa, no deseaba ver a su familia de nuevo, los quería pero no aprobaba de ninguna forma su estilo de procedencia, pero, no estaba en momento de debatir así que iría a verlos, podía estar bien siempre y cuando sus bebes estuvieran a salvo.

Mordió sus labios, cerrando momentáneamente sus ojos, aún no podía sentirse del todo real lo que estaba viviendo, era como desear que fuera una pesadilla y cuando abriera sus ojos estaría solo, pero sabía que no sería de aquella forma, abrió por fin su mirada azulada comprobando lo que era real… Volvió sobre sus pasos hacia la barra, subiendo lentamente esta para poder pasar tras de ella, y mirando los licores que desfilaban hizo su selección los cuales acomodó en un costado en un orden adecuado para tintar un cóctel.

La barra estaba prácticamente limpia así que serviría para presentar la mejor bebida del local tal y como deseaba su prometido... Pensando que debía acostumbrarse a esa palabra, y hacerla completamente suya, acomodó un par de rodajas de fruta y limón que irían bien con aquella bebida que presentaría y cuando todo pareció estar listo para la preparación no tomó la coctelera si no que apoyando su mano sobre la barra saltó sobre ella.

Quedó sentado sobre la superficie plana, miró al mayor, hundiéndose en su seguridad, en esa doble mascara que había hecho para dar imagen a su bar fue abriendo su camisa, aunque en el fondo sentía sus mejillas arder por la vergüenza de irse desnudando. Cuando la prenda terminó de ser abierta la tiró hacia el otro y tomó una de las botellas que haría de base, un licor blanco que al ser tomada entre sus labios para ser bebida al inclinarse un poco hacia atrás dejó riachuelos de su presencia delinear sobre su torso, y su mano libre semiabrió su pantalón cuando el frío toque se sumergió bajo la cintura.

Apoyó sobre sus hombros al instante de tomar la segunda botella, y esta dejó caer su líquido por abajo del cuello cuando la boca de la botella tocó su piel, delineando más hacía la barra cubriendo alrededor del primer licor.


Delicioso espectáculo comenzó a percibir, estimulante era en su presentación el coctel humano que se servía en un streptease embriagador para cumplir su lasciva demanda. El encantador rostro sonrojado como inicio de flambeado, él como hábil cliente lo haría arder mucho más para llegar al punto más exquisito. Tomó asiento para degustar, lamió el torso desnudo absorbiendo su lengua la mezcla de ron y vodka. –Fuerte, como mi esposo debe ser.-, declaró conforme por la combinación de licores. –Muéstrate más…-, exigió que se deshiciera de hasta la última prenda.

Sacó de entre sus ropas un estuche de utensilios que posó junto al apetecible muchacho, lo abrió y agarró del interior una sonda uretral de acero quirúrgico. –Espero pueda disculparme por haberlo extirpado en el pasado… Hacerlo sin anestesia, creo que me excedí… Si es fiel, esta vez no terminará disecado como adorno muerto sobre mi escritorio. -, advirtió al joven, acariciando ese miembro lujurioso. –Estoy seguro de que no quieres que vuelva a quitarte tu zona erógena viril, pero sí deseas que la torture con amor… Eres adicto al sexo salvaje con un bestial hombre lobo, después de todo, muchachito masoquista…-, agregó. Clavó un corcho sobre la punta exterior de la herramienta que planeaba utilizar, y clavó la otra punta lubricada con su saliva en la uretra de su prometido dejando el pene abrazado por un aro. –Como el licor que se vuelve más rico por el añejamiento, mantener la erección durante un plazo largo de tiempo hará que tu semen termine eyaculando con más sabrosura. Veamos cuanto resistes, cuando te encuentres al límite debes avisarme para que yo destape y pueda probar mi paladar tu sazón.

-Voltéate, en cuatro.-, ordenó para ganar una vista de la parte trasera del menor. Jugó con su lengua comenzando por los testículos, pasando a deslizarla en un paseo sobre la línea glútea, hasta llegar al ano para lubricarlo preparándolo para la invasión. Metió uno, dos dedos, haciendo espacio para colocar la cereza al coctel. –Dulce, es un sabor que también espero sea característico de mi esposo.-, declaró tras lamer la fruta que decoraba el tentador hoyo, su falo alzado estaba ya reclamando entrar.


Acarició la pretina de su prenda inferior, lentamente deslizó sobre sus dedos la textura de la tela para retirarla, dejó caer primero el pantalón, acariciando sus piernas desnudándolas, dejando sólo ver la prenda íntima que no tardó en hacerle compañía y así acariciar su desnudez con el ambiente nocturno, esa fría sensación que mezclada con el licor erizaba su piel, y sus tetillas se mostraban algo erectas.

Destapó la tercera botella, dio un sorbo largo de ella, mezcló dentro de su sangre aquel licor, necesitaba un poco de aquel brebaje para no caer ante el miedo y la vergüenza, sólo verse seguro, seductor, deseando darle más de lo que podía hacer cuando realmente no era de dar espectáculo, pero, en ese instante deseaba embriagar a su verdugo no sólo con el alcohol si no con su presencia para sentir menos aquel filo de miedo de los recuerdos.

Entre sus dedos resbaló la botella que había estado sujetado por oír aquellas palabras trayendo el recuerdo del dolor a su memoria, quedó plasmado y congelado antes de poder revivir hacia el presente por la sensación que traía de nuevo su alma al cuerpo como un impulso eléctrico. Jadeó en la mezcla de la caricias, y sus mejillas se tiñeron más tal vez por pena de escuchar aquellas palabras que podían ser una especie de realidad olvidada pues su placer había nacido a complacencia de dos seres en principio salvajes.

Obedeció cada una de las ordenes, sus manos apoyadas en la barra, su espalda curvada dejando ver su trasero expuesto, exhibiéndose para el que ahora era su prometido, el acariciar dejaba que estremeciera pues el cuerpo recordaba toques, demandaba mucho más de aquello aunque la consciencia se alejara de aquel deseo, se alzó más su trasero ante la invasión de cada dedo, el cosquillear de aquella fruta que obstruía el palpitar de su entrada a contraerse.

Mordió su labio pues tal vez se arrepentiría de aquellas palabras pero deseaba pasar aquel trago y volverse acariciar hacia las costumbre de un amor que tal vez en un pasado fue puro hasta que otro más candente invadió sus pensamientos. -Gio… Hazme tuyo… Necesito sentir tú… cuerpo…-


Melodiosa voz suplicante expresó su nombre en un sintetizado cariñoso acompañado de un tuteo que en suma encantó a sus oídos, dulce pedido desesperado emitido con una cándida familiaridad, un lujurioso deseo de ser poseído, por él, quien ya no era tratado como un ajeno señor. Tironeó del palillo de la cereza para dejar la preciosa cavidad abierta, devoró celoso la fruta a la que había dado el privilegio de meterse en ese sagrado espacio, y acto seguido se subió a la barra preparado para cumplir aquel deseo compartido. –Quiero escuchar tu voz derritiéndose mucho más, volver a escucharte pronunciar mi nombre en esa tierna manera…-, anheló enamorado. Descubrió su falo palpitante y lo introdujo cediéndolo al abrazo de la absorbente entrada de cálida piel. Montado sobre su prometido, mantuvo el miembro adentro quieto para antes de dedicarse a estocar clavar sus colmillos en el seductor cuello que se tentó a chupar, tomando con moderación su licor rojo favorito por excelencia, para no agotar tan pronto a la victima que tenía mucha actividad por delante.

Enderezó su espalda, y entonces comenzó con el movimiento de vaivén. Demasiados años habían pasado desde la última vez que su miembro viril saboreó el calor humano, era el brotar de una extraordinaria necesidad de emociones. De pronto la puerta del recinto fue abierta, veloz en espesa oscuridad al escenario camufló, causando el extrañamiento del intruso que apenas abrió creyó ver luz. Se quedó inmóvil cubriendo con la mano la boca del joven para pasar desapercibidos, esperando que pronto se marchara. El indeseado preguntó si había alguien allí, y explicó que había olvidado su billetera. Una molestia le pareció, pero entonces, teniendo en cuenta lo pudoroso que su amante era, decidió aprovechar la intromisión para entretenerse. Se quitó el pañuelo del cuello y haciéndolo un bollo lo metió en la boca de Azariel para que mordiera en un intento de controlar la voz, le susurró al oído que fuera silencioso si no deseaba que tales gemidos lascivos llegaran a oídos de aquel cliente. Embistió con más violencia que antes, exigiendo a ese precioso cuerpo contener ahora no solamente el semen, también los suspiros del éxtasis. El sujeto llegaba a percibir que alguien, o algo, se ocultaba en la oscuridad, pero en vez de marcharse sus pies se mantenían clavados a ese suelo.


Estremecimiento, un silencioso deseo de ausencia quedó en su cuerpo cuando su interior fue abandonado, pero no tardó en percibir calor, el palpitante toque de aquel miembro que se abrió dentro de su ser de forma pronta arrancándole un gemido, la sensación fría golpeo contra su cuerpo antes de irse transformando en algo cálido sumergido en demanda para poder ir amoldándose a ese intruso que demandaba ser dueño de su interior, palpitando entre sus paredes internas que lo recibían con fuerza en principio antes de abrigarlo a su gusto.

La penetración de los colmillos le tomaron por sorpresa, una sensación completamente olvidada por lo cual se tensó su cuerpo atrapando más aquella hombría que lo embestía, y eso le hizo más consciente a su invasión que acariciando un punto sensible dentro de sí le hizo jadear con fuerza, ahogándole en las emociones de la resistencia de aquel clímax que se veía prolongar.

-Giio…N…-, susurró por lo bajo cuando aquel intruso invadió, su cuerpo seguía siendo complacido por la atención de aquel miembro viril, se estrechaba por la reacción de verse observados aún cuando no era de aquella forma, pero, la mirada estaba allí, aunque fueran “invisibles” por las sombras él era bastante consciente sobre el estar allí en pleno acto sexual, no podía evitar tensarse, y buscar acallar su voz que ahora era amortiguada con el pañuelo en sus labios, pero aún así percibía la morbosidad de los sonidos de la embestida que parecían tomar más eco haciéndolo más sensible al pudor.

¿Por qué de pronto su cuerpo parecía tan lujurioso? Su trasero se elevó un poco más acogiendo aquel miembro, absorbiéndolo entre aquellas palpitaciones continuas para mantenerlo en su interior, arqueó su cuerpo, sus ojos se cristalizaron por la sensibilidad de aquellas emociones que lo estaban extasiando, y en momento empujando su cadera contra las ajenas para recibirlo más.


-¡Bienvenido al bar Narcissus!-, terminó por dejar sonar su voz saludando al que esperaba persistente una respuesta. El telón de sombras se levantó, dejando ver a ese individuo la lujuriosa escena amatoria. Quitó el pañuelo de la boca del conejito, y con este mismo pasó a vendarle los ojos, obstaculizándole el poder ver al intruso para que no se sintiera inhibido. –No le prestes atención a nuestro invitado, concéntrate solamente en quien te posee, no necesitas más contener tus bellos suspiros de pasión.-, expresó a su adorado.

–Ha llegado usted justo para apreciar el clímax de nuestro show especial…-, se dirigió al sujeto que acortó distancia para mejor contemplar, en vez de con recato escapar. Lo marcó como admirador del barman, se preguntó si realmente el dejar la billetera había sido un accidental descuido, o si era parte de un astuto plan para ganar tiempo a solas con el popular Narciso. Su Dionisio, dios inspirador de la locura y el éxtasis, listo concedió a esa demandante boca trasera el más exquisito licor blanco que podía ofrecer.

Era su turno de saborear vino seminal, hizo que Azariel se recostara sobre la barra boca arriba, indicándole que acomodara las piernas abiertas en forma de “V” manteniéndolas sujetas presionando las corvas con las manos. Con una velocidad imperceptible para el ojo humano, destapó el corchó con un movimiento violento para causar sangrado, y metiendo la cabeza entre esas piernas chupó sin desperdicio la bien elaborada mezcla de licores ingleses blanco y rojo.

El atrevido preguntó si podía tocar a Narciso. –Se ve, pero no se toca…-, respondió con un filo de voz cortante, acariciando las tersas piernas del deseado para presumir. –Y el precio que tendrá que pagar por deleitarse con este magnífico espectáculo será demasiado caro…-, demandó. El tipo se coló debajo de una mesa para sacar la billetera, sabía la ubicación perfectamente, dejó en evidencia que era la zanahoria colocada con premeditación para capturar al conejo.

-Insuficiente…-, denominó al dinero que el fisgón allí guardaba. La sombra de este manipuló, transformándola en unas manos que elevándose en dimensión lo sujetaron con firmeza por los tobillos. El individuo asustado intentó inútilmente escapar, hacía atrás cayó quedando sentado, imposibilitado de la salida poder alcanzar. Las manos lo arrastraron por el suelo, la pared, hasta posarse en el techo dejándolo colgado como ganado preparado para carnear.

Ayudó a su muchachito a sentarse, y le desató la venda. –Con su vida habrá de pagar, por desear a quien a un demonio pertenece.-, declaró sellando la sentencia de aquel criminal con un intenso beso en la boca de su prometido. -Una lástima que en sus venas no fluya magia, pero bien cobraré su alma y sangre. Su alma para que jamás logre reencarnar, en otra vida podría excitarse al recordarte sensual. Su sangre para saciar mi sed, necesitaré una buena reserva porque en Inglaterra muy dedicado a nosotros estaré como para ocuparme de buscar alimento… Sé que mis hábitos alimenticios podrás aceptar, así como en el pasado aceptaste la faceta más bestial de un hombre lobo, tolerando en tu casa las presas muertas de este. Tú llevarás a cabo el desangrado como ritual de nuestra unión, declarándote completamente mío dando la merecida pena de muerte a este individuo, así como en el futuro a todo aquel intruso que se presente...- concluyó.


-Ahm… ¡G-Gio!…-, se escandalizó cuando vio al intruso ya no bajo ese velo de oscuras sombras que había hecho el mayor si no en completa claridad, se tensó pintándose aún más de carmesí sus mejillas, no sólo por el acaloramiento de su cuerpo que le daba un suave tintado rosa a su piel sino también por la vergüenza de tan comprometedora escena allí en medio del bar. Sus ojos fueron cubiertos para engañarlo, le ocultaba la vista de aquella persona que invadía más el bar resonando sus pasos, y aunque no lo viera lo oía pero eso sólo hacía que el movimiento pélvico de su prometido fuera un punto bastante estimulante para olvidar al intruso y delirar por aquellas embestidas sin pudor, pues cada penetración profunda hacía que gritara extasiado de lujuria. No podía acallar su voz menos cuando estaba siendo alimentado de una forma tan vibrante, sintió esa esencia cálida llenar su interior cosquilleando en el hilo delgado que él deseaba experimentar, se vio cambiar de posición cuando aquella invasión terminó en una embestida que parecía hundir más en su ser aquel semen, rociando con virilidad su sed fértil.

Gritó por la sensación del éxtasis llegar en la mezcla de dolor, su cuerpo cayó en estremecimientos, una sensación en la caricia fría del pincelar hasta el último trazo que dejó la entremezclada sensación de liberación y deseo. Se enderezó con movimiento lentos aún bajo el apoyo de su prometido, y su mirada parpadeó unos instantes antes de ver al intruso, lo reconocía como un cliente frecuente, miró los ojos de su amante oyendo aquellas palabras.

Correspondió el beso que tomaba su aliento, y en sus pensamientos cruzaba la idea de asesinar a alguien… Aceptar, lo podía hacer, pero, el tener que hacerlo él, no era como si nunca hubiera asesinado, en el campo de batalla era necesario, pero un inocente… Miró a esa persona que varias veces pasó horas allí saboreando una bebida, cerró los ojos y antes de abrirlos acarició los labios de Gio con los suyos, era verdad, había aceptado entregarse a él de nuevo. -…Crea una pileta…-, pidió suave.

La planta de su pie acarició el suelo provocando estremecimiento al contacto frío, caminó hacía donde había quedado la espada del mayor, la miró, la sensación al verla fue confusa, un sentimiento entremezclado que no sabía si describirlo como anhelo o algo más, la sacó de su funda y la blandió como comprobando su peso además del filo.

En cada paso que iba dando acercándose hacia su víctima, era un vals de su cabello que acariciaba su espalda desnuda, y dejaba una vista discreta de su trasero, y el acariciar blanquecino de aquel semen que bajaba manchando su muslo. La luces suaves le daban un brillo al pelar del sudor, en cada reflejo por el acariciar de la silueta, cegó sus ojos hacia aquella mirada suplicante y ensordeció sus oídos por la voz.

-Gio-, llamó en una voz endulzada a su amante para ver aquellas sombras formar la petición elaborada antes de su andar, la espada había brillado en un movimiento rápido cuando atravesó el estomago, se hundió en aquella piel hasta perforar el cuerpo, y en una fuerza rasgar hacia arriba. La fuerza para extraer hizo que algunas gotas calientes saltaran sobre su rostro, el primer golpe siempre era el difícil. Lamió la comisura de sus labios cuando una gotita había resbalado hasta ese punto, metálico, la sangre no tenía un sabor agradable al menos para él. Generosidad, era acabar rápido, pero, pensar en cuál sería el mejor golpe era más complicado, una persona tardaba en desangrarse aproximadamente cinco horas si no se hacía de forma adecuada.

Un golpe linear, no dudó ni titubeó, el filo de la espada atravesó la boca, la cavidad profunda hasta perforar la garganta, y giró un par de veces sobre el filo como si excavara para sacar algo. Al sacarla, la fuerza hizo que diera un paso hacia atrás, miró un instante al mayor, sus cabellos plateados caían a medio rostro en leve cubrir carmín, mordió algunos de los hilillos que acariciaron sus labios.

Sus oídos podían descansar, ya no escuchaba más aquellos gritos, sólo era un sonido apaciguado en el pesado toque de la sangre. Continuó haciendo cortes en las principales arterias recordando aquello que le enseñaron en la milicia, la forma más rápida de lograr su objetivo. Blandeó la espada cuando terminó, caminando hacia el mayor, se abrazó a él para besarlo, era…. Sólo había sido… Un intruso en el momento inadecuado… Pero… mejor hubiera sido que fuera alguien que no hubiera conocido más allá de una copa. Así que deseaba borrar el sabor que saltó a sus labios, y confundirse con un sentimiento diferente, un estremecer agradable... Sólo... Podía pensar en esa entregar que por ahora era la única solución que le había presentado la vida aún cuando fuera oscura más profunda que la noche.


Cántico susurrado por ángel recién caído, anunciando un apocalíptico final para aquel juzgado como pernicioso por él, sentenciador del mazo de sombra. Su prometido se dejaba escuchar y ver bien decidido, alma pura corrompida, la compasión misericordiosa era opacada por el deseo impuesto por él, poderoso Satanás. Una espada alzada por valeroso caballero de plata que servía al demonio, reconocía el pulcro manejo que tenía este sobre tal arma porque había en el pasado presenciado las maravillosas destrezas fruto de un entrenamiento impecable. Dulce voz cantando ahora su nombre, como campanada romántica iniciando una boda de sangre. Bajo el cordero desgraciado, haciendo su contribución a la escena, abrió un negro abismo para que se vertiera el delicioso bálsamo del dolor. Una mirada celestial corrompida, oscura pupila convertida en círculo del infierno donde penetraba la imagen del pecador lujurioso, presa de la locura y el pánico. La fría espada danzó firmando sobre carne fresca apasionados votos matrimoniales, fortificando en cada golpe la unión de los dos, arte inspirador de intenso amor. Bello novio al desnudo, cubriéndose con un elegante velo carmesí. El color del amor brotando en fuente de deseos de buenos augurios para la establecida relación. Su botella de champagne en erótico frenesí, ardiendo en llamas de cálido infierno hasta reventar en placer. El testigo masacrado, sin derecho al purgatorio por haber sido pobre intento de opositor, terminó homenajeando al indiscutible dueño del novio con pastelosa alma que fue devorada. Ceremonia digna para un rey diabólico, complacido abandonó el trono para festejar la sublime labor del fabuloso amante guerrero. -¡Bravo!-, exclamó entre aplausos, embriagado por morbosa pasión.

Abrazado por alas teñidas de carmín, chupó con vehemencia el silencioso grito de ángel torturado. –No sufras lástima por el condenado, ten presente que su sangre no fue en vano derramada, puesto que sirve para limpiar el pecado que en el pasado osaste cometer contra un supremo ser.-, condecoró al soldado con calaverica medalla de plata que clavó enganchándola en tersa piel de pecho desnudo.
Lo guió colocándolo frente a un espejo para que se regodeara en propia belleza. -Brillas aún más bajo el poder de la oscuridad, mi querido Narciso… En esta ceremonia secreta expuse tu lado más salvaje, con él deberás convivir sin odiarte. Consuélate ahora gozando de tu propio amor, acaríciate para comprobar que aún poseído por el demonio no perdiste tu gentil toque de ángel.-, ordenó pasar de baile brusco a suave.

Tomó distancia para ocupar asiento como espectador, notó entonces sobre la barra brillar el teléfono móvil del menor, se dio permiso para curiosear. Dos llamadas perdidas y un mensaje del cleptómano descubrió, lo leyó disculpándose por no responder de inmediato, explicando que había tenido que reponer el aparato que se había dañado, preocupado por haber recibido un mensaje sin texto después de tanto tiempo siendo ignorado, anhelando un reencuentro. –Quiero fotografiarte para inmortalizar esta encantadora reunión.-, emitió camuflando su intromisión y verdadera intensión, preparando la cámara del celular. –Presúmete, para que desee locamente volver a hacerte el amor…-, agregó frase que no solamente involucraba a su persona, también al ladrón que sin falta recibiría la obra de arte sensual.


Aceptó tales palabras, un soldado debía ser castigado si traicionaba a su superior, la muerte no era suficiente para pagar dicho crimen, él había pasado por ella ya y ahora con aquella obra cubría la cuota que había quedado a deber. Lo podía soportar, en realidad podía aceptar el ser parte de aquellos crímenes si con ellos salvaba a sus bebes, sobre su propia vida estaba la de ellos pues sabía que era parte del crimen su nacer.

Mordió su labio al filo de la punta de aquel broche perforando su piel, la sensación fría que atravesaba en la separación de la carne sobre el músculo, cruzando sobre una nueva abertura en el costado de la primera herida para salir la aguja y fundirse con su cerrojo haciendo así que aquella medalla quedara prendada en su cuerpo como si coronara la presencia de un héroe, el fluir carmesí no se destacaba del todo pues era delgado riachuelo que se perdía en el ornamento al ir lento.

El reflejo, la visión que hasta ahora había sido gris sin tinte se volvía colorida, un tintar en tonos carmesí, pero, en forma engañosa también le daba vida a su presencia, un irónico actor, la persona que alguna vez le quitó la vida ahora se la estaba regresado teñido de carmesí, sus cabellos en medio pintar y los toques sobre su piel resaltaban más la claridad de su tez, la desnudes seguía seduciendo hasta el último cosquillear, y no sólo un fluir de sangre y sudor si no también aquella simiente que había fundido en sus muslos con presencia al ir dejando su interior en cada paso.

Rozó con la yema de sus dedos la superficie plana enfrente suyo, el roce contra su reflejo no provocó que desapareciera, era así como en aquel mito de Narciso que se veía atrapado por su propio reflejo, él no deseaba moverse de allí para no perder encantadora presencia, su mano libre de aquel toque frío acarició la calavera, el movimiento provocaba dolor, un significado de vida.

Volvió la vista completamente hacía el mayor… ¿Fotos?... No había notado que tomó su móvil hasta que le mencionó sobre que deseaba guarda ese momento, la idea de hacerlo él mismo era algo que ya causaba algo de pena, pero conocerse en imágenes era aún más… Su corazón pareció acelerarse con ello, el calor de pronto fundió en sus mejillas, no sabía cómo podía hacer eso frente a una diminuta lente.

-Gio...Yo…- Ni siquiera sabía cómo negarse, se recargaba contra el espejo sólo reflejando su espalda, y aún así no podía verse más que la silueta al estar casi fundida con ella, y es que no sabía cómo podía seducirlo, unas par de ideas, ilusiones podían cruzar su mente, pero, la vergüenza era más. Relamió sus labios, sólo debía de deshacerse de su propio móvil para evitar las fotos, era provocar que el mayor se olvidara de ello.

Caminó con una falsa seguridad hacia su verdugo, se montó sobre él para tomar la cámara, casi deseando gritar o reír por su propia ocurrencia, y al mismo tiempo ocultando su vista en velo plateado, como buscando ocultarse para no congelarse. Buscó alcanzar el móvil apegándose más a él, eso no funcionaba, acariciando su piel contra las prendas, las empezó a abrir para quitarlas poco a poco, y al descubrirse de piel la besó tal vez en la sensación de sus labios podría caerse el móvil.


Percibió débil intento de negación en voz que aunque tan lujuriosamente audaz había antes sonado, ahora se escuchaba vergonzosamente inocente. Su mirada dorada lasciva y penetrante examinó de pies a cabeza a su paralizado arte al desnudo, ojos de exigente fotógrafo reclamaban apreciar al modelo en las más deleitantes poses. Planeaba dirigir dos facciosas postales a su principal enemigo: una erótica presuntuosa reflejando la imagen del excitado Narciso, su carta emperatriz símbolo de la sensualidad y la maternidad; otra insana aterradora reflejando la imagen del desdichado cadáver, el colgado símbolo del derrotado y una relación amorosa en camino muerto.

Su modelo estelar súbitamente quebrantó el límite impuesto en el escenario, un romper de sus expectativas. Accionar subversivo del caballero plateado, quien montó sobre él en un intento de tomar las riendas. Roces de invasor sobre su cuerpo, mesclaron la gracia atractiva con la gracia divertida. Un intento de escapismo a sus exigencias, reconocía ese verdadero objetivo en tal juego. Su torso fue descubierto abriéndose un camino para el coqueteo de aquellos suaves labios sobre su piel. Toques electrizantes, aunque no con el poder de ablandar el puño que se aferraba al aparato de tortura que cohibía, sin embargo lo dejó caer fingiendo la derrota para formar terreno de contraataque con nuevas armas. Esa cándida rebeldía no derretía su ideología sádica, por el contrario la alimentaba.

Mientras sus pectorales gozaban de aquellos tiernos besos de ángel, su mano entonces desocupada se deslizó sobre el estuche de utensilios. Agarró un trozo de papel de calco hechicero y en un abrazo lo apoyó sobre la espalda del guerrero que en baja guardia se encontraba en la labor de dominarlo. En esa zona corporal estaba tatuado en trazos apenas visibles y entrecortados un nombre de mago cazador que en vida pasada fue a medias devorado por inhumano captor, la marca abstracta se reprodujo en copia exacta sobre la palma de su mano dándole temporalmente el beneficio de manejar la magia del joven como suya.

-Muchachito desobediente…-, lo declaró él, rígido juez y gobernante. Dos ayudantes de sombras creó, quienes sujetaron al travieso y lo arrastraron con brusquedad hasta ubicarlo nuevamente frente al espejo. Decidido estaba a restaurar su orden con nuevos métodos, con habilidad recién adquirida reflejó en su propio cuerpo la perfecta fachada del bello Narciso, y vistió sus manos en un efecto lijoso para la percepción de su amada víctima. Los gendarmes sin ser más requeridos volvieron a ser siluetas en el suelo. Sobre el cristal se dejó ver tal como espejismo fantasmagórico en un juego de dobles, gemelo diabólico atacando al gemelo angelical, pegó su cuerpo por detrás envolviéndolo en calidez infernal y abrazándolo por la cintura pélvica sus manos ásperas frotaron el falo en toques toscos, produciendo el ardor de una abrasión que martirizaba cuerpo ajeno con crueldad dejando un sentir muy real, aunque el pelar de la carne resultaba mera ilusión.


La desobediencia era siempre castigaba, la antigua vida debía recordarle eso pero la verdad es que aún así no podía, el pudor bajo una cámara aún siendo prácticamente nada en ser simplemente del móvil lo congelaba, no deseaba resguardar aquellas imágenes sin importar lo que pudiera pasar, una evidencia tan solida de… Esa parte de él, le atemorizaba más que el aceptar un castigo que por igual podía ser fatal.

Enfrente del espejo se encontraba de nuevo trás ser arrastrado por criaturas oscuras, se miró, el reflejo nuevamente estaba allí en frente de él, ocultando lo que realmente pasaría, sólo veía desaparecer tales ciervos de la oscuridad para ver la conversión de su verdugo, la transformación de su propia imagen a ser un brillo oscuro, era como el lado más profundo de él reflejado en aquel artilugio.

Un grito escapó de sus labios al primer ras de aquella caricia, el deslizar áspero que sólo dejaba dolor a su paso, un constante desasosiego de lo que sería realmente, cerró sus ojos y sus piernas por un instante se movieron para cerrarse impidiendo aquellas manos surcar más sobre su hombría, pero la sensación seguía, el toque se extendía en un ardor que hacía brotar lágrimas de sus ojos hielo.

Temblaron sus labios que deseaban protestar, en un instante pedir piedad, pero, se ahogaba de nuevo en quejidos, en la reacción de buscar un leve alivio que se iba mezclando más con el dolor mandando sensaciones confusas a su cuerpo.


La belleza del caballero valiente rebalsaba incluso dentro de una espantosa visión musicalizada con infaustos gritos, causándole la excitación de un sadismo lujurioso al apreciar en el espejo el hermoso triste derretir de los ojos de hielo. Amasando temblores de destrucción que enervaban a la sometida criatura, sintió aquellas piernas cediendo en un quiebre al no poder cargar con tanto dolor y tironeó el cabello de plata ordenándole que mantuviera la postura. El reflejo engañaba mostrando un falo deformado con heridas abiertas rebosantes de sangre y pus, una mentira porque como hombre de palabra mantendría la promesa de bien conservar aquella virilidad mientras no se atreviera a pararse en el deseo de coquetear con otro.

Primera orden quebrantada en la ceremonia diabólica: Angelical Narciso seduciéndose a sí mismo en tiernos toques. Restablecimiento del orden: Infernal Narciso castigando en lacerantes toques.

Caricias que se volvieron gentiles anunciaron el fin del tormento, el gemelo maligno símbolo de la desdicha se desvaneció llevándose consigo el cruel sufrir. Sus manos que recuperaron suave textura trataron ahora con cariño dejando placentero sentir para relajar el miembro torturado y encenderlo en una fricción benigna. Gobernándolo ahora con dulce amor, embrujó al espejo para que sobre superficie de cristal se grabara erótica película romántica. Reconociendo una herida real que marcaba carne adentro con riesgo de molesta infección, por el descorchado violento, dejó que entre caricias fluyera magia curativa para sanar evitando posibles contratiempos en la ceremonia nupcial que se llevaría a cabo próximamente ante Dios. Posicionó al joven con las palmas de las manos contra la cámara para darle soporte, y su verga que impaciente exigía latiéndole la necesidad de calidez se introdujo en querido cuerpo.

Segunda orden quebrantada en la ceremonia diabólica: Sesión fotográfica a conciencia del sensual novio de plata. Restablecimiento del orden: Sesión filmográfica secreta.


Acariciaba el sabor salado sus labios, el recorrido frió que iba dejando en el dolor se marcaba en la piel de su rostro en camino húmedo, dejando un velo rojizos en sus ojos azulados, explotando algunas semillas cuando con fuerzas cerraba su mirada, la sensación era demasiado pulsante, era agonizante, era casi como un golpe intenso en la boca de su estomago que le robaba el aire, se perdía en el instante que buscaba doblegarse, llegando en el punto donde parecía no soportar más en la cercanía de la inconciencia pero en ese momento fue liberado de tales imágenes y dolor influenciado en su cuerpo permitiéndole respirar con tranquilidad en un suspiro de alivio.

Respiró hondo cuando la sensación empezó a cambiar, un nacimiento nuevo de placer, el velo de dolor se iba borrando con alivio de satisfacción, esos dedos envolviendo en carisma agradable, su cuerpo sin pensarlo reaccionaba a un instinto primitivo que se envolvía cercano al dolor pero siendo este mucho más satisfactorio que antes, estaba cayendo en el nuevo juego de su prometido. Cubrió sus labios, los gemidos botaron con satisfacción, se apagaron para verse libre en un instante en el que otra vez se encontraba sometido por la fusión de sus cuerpos, la penetración fue profunda que contener su voz fue imposible, en un simple olvido movió su mano, alzando su brazo para poder acariciar el rostro de su verdugo el cual había vuelto de nuevo a ser la imagen del espejo. Ahora ya no era nublo de lagrimas de dolor si no de placer, una confusión cristalina que iba enredándose, era como una sumisión más profunda, el aprender a complacer para no padecer terrible dolor.


Acercamiento al rostro de rasgos delicados, la cámara como soporte se sacudió acorde al cuerpo del joven en la embestida de la penetración. Cuando este irguió la espalda para pegarse más a él, sonrió con satisfacción al recibir una caricia reflejo de una ternura que exótica se expresaba después de un martirio.
-Un angelo nello specchio del diavolo.-, concibió el nombre del cuadro al alcanzar juntos el clímax, título que fue susurrado en romántica lengua italiana al oído de su amante. En un rebobinado de escena, el espejo resplandeció revelando el arte en movimiento que mágicamente fue impreso en cristal filmador, para el desconcierto de los ojos de cielo. El encantamiento perduraría en aquella superficie permitiendo apreciar en repeticiones constantes aquel acto de los dos. –Musa inspiradora, adornará mi estudio de artes visuales.-, declaró al hermoso protagonista, decidiendo guardar aquella perfecta imagen con recelo.

Acomodó sus ropas tomando conciencia del tiempo, en un par de horas caería el amanecer con los rayos de luz perforadores para los de su nocturna especie. –Prepárate, te llevaré a descansar a la casona en la cual me hospedo...-, indicó al menor. En las afueras de la ciudad, en el espeso bosque montañoso se encontraba una antigua construcción que en las estancias en las tierras de Séptima Luna tantas veces sirvió de refugio para él y su socio. Le hubiera gustado presentar a su prometido a ese hombre con quien compartía un fuerte lazo familiar, aquel que aunque no era realmente pariente sanguino en un ritual vampírico había sido donador de sangre generosa que le había dado fuerzas para seguir con vida y además bien había obrado como su mefistofélico Cupido, sin embargo por el momento era un encuentro imposible porque Lowell se encontraba en otra parte del mundo.


El susurro causó un estremecimiento, y una sensación de sorpresa en el instante de darse cuenta de lo que el mayor había hecho, la presencia remarcada de aquel momento de clímax estaba grabado para siempre, uno donde había cedido al dominio del placer, se había entregado a ese cuerpo en cada caricia apoderada por Giovanni, sólo era la mirada sumida en el velo de placer cristalizada por previo dolor que lo hacía lucir de una forma distinta que hasta no se reconocía.

Borrándose lentamente las sensaciones sólo quedaban una debilidad en sus piernas, un temblar suave a no recuperarse de todo, lo oyó, no pensó que sería llevado… No más bien había sido ingenuo en pensar que no le pediría eso, no podía negarse de ni una forma, sólo debía de aceptar, aunque ni pudiera avisarle a la cuidadora de sus hijos…. Pero sabía que estaría bien hasta el momento que pudiera estar con él lejos de las garra de su familia aunque aún así sería cerca, un asunto y sensación complicada.

Se incorporó buscando las prendas que quedaron olvidadas, las fue tomando una por una para vestirse, se terminó de acomodar la ropa, y aunque se veía alineado la sensación de aquella simiente quedaba en su cuerpo. Miró su bar, sospechaba que esa sería la última vez que lo vería, quedó sin evidencia alguna en la destrucción total de aquel cadáver. Volvió la vista al mayor, era mejor sólo aceptar que debía volver donde su familia aguardaba con aquella calculadora misión de obtener ganancias sin importar a quien debían vender y destruir. Al menos sabía que esos personajes de su confianza se encargarían de los asuntos de aquello que dejaba, así que podía continuar hacia delante, seguir a aquella presencia de oscuridad hasta su guarida.

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