A Song in a Graceful Dream


~Grazioso~
In the eyes of the wolf, there are bats' wings
I wake up during the full moon
Graceful dream, still embracing you
Mi manca il respiro, ti amo, senza di te sto male

Estado: Relajada
Música que escucho: Vampire (Xandria)
Download: Nada...

Endless Story: A continuación podrán leer la segunda parte del episodio titulado “Giorno e notte“.


En la parte superior del gabinete dejó el paquete con los anillos, y se dirigió a su compañero dándole el álbum de tapa negra con letras doradas que indicaban lugar y año en que habían sido tomadas las fotografías. Pese a los momentos de tensión sufridos en ese viaje, se había llevado gratos recuerdos. -En el castillo de Bran organizaron una fiesta de disfraces, fue un evento divertido-, anticipó a su amigo, este recién había abierto el álbum y las fotos de esa fiesta en particular se encontraban en las últimas páginas.

Ran había lucido para la ocasión un vestido largo con corte sirena, de terciopelo escarlata, era entallado y se ensanchaba al final de la falda en un vuelo pronunciado, escote redondo, mangas largas con terminación acampanada, sobre este una capa larga en seda negra de cuello alto, calzaba zapatos de tacón de gamuza roja. Como accesorios llevaba un anillo con forma de calavera en la mano derecha; en las orejas pendientes con forma de arañas que desprendían finas cadenas de plata, simulando telarañas que se elevaban hasta sujetarse de los apéndices de leona con diminutas pinzas; en el cuello un colgante de plata con un rubí en forma de gota; y había usado unos colmillos postizos.

Él había decidido acompañarla complementándola como par vampírico, vistiendo un pantalón de algodón negro, una camisa de seda blanca con mangas abullonadas, un pañuelo blanco anudado al estilo victoriano en el cuello, un chaleco rojo con detalles en negro y botones plateados, y una larga capa en seda negra de cuello alto, calzaba zapatos negros, y al igual que su dama portaba unos colmillos postizos.

-Aquel día sentí la necesidad de ponerme en los zapatos del famoso Conde Drácula del que tanto hablaba Ran-Ran.-, agregó explicando la elección del disfraz, su ropa había sido una copia exacta a la que usaba el personaje protagonista de la serie televisiva. Pensar que aquel papel pudo ser interpretado por el actor al que había servido como mayordomo años atrás. Había leído en un periódico que le ofrecieron el papel a un actor retirado, el director quería a Masamune Thalassinos en la serie, pero este rechazó la oferta de volver a la pantalla, prefería seguir trabajando en la escritura para no tener que alejarse tanto tiempo de la esposa e hijos pequeños. Pudo significar un gran problema que aceptara, puesto que ese actor había ocupado un lugar muy importante en el pasado olvidado de su ama. Pero aún cuando aquel rostro familiar no apareciera todas las semanas en la pantalla, no descartaba la posibilidad de que ese hombre tuviera relación con la melancolía de Ran. Así como él se había encontrado un día con un artículo sobre Thalassinos en el periódico, la posibilidad de que ella lo hubiera visto en algún medio de comunicación por aquella propuesta de trabajo no era impensable. Nunca estuvo en sus planes convertir a Ran en una cautiva aislada de todo el mundo, así que en muchos aspectos dependía de la suerte. -Te dejaré viendo las fotografías. Me dirás luego si tu amigo se veía guapo como vampiro.-, dijo guiñando un ojo a Aza, y se retiró a la cocina.


Rozó lentamente las letras grabadas con las yemas de un par de sus dedos, leyó lentamente el titulo de aquellos recuerdos, luego sus dedos se deslizaron hacia la orilla dura de aquella portada alzándola con calma. Elevó la vista hacia su amigo al escucharlo, y descendió de nuevo hacia las primeras fotos que desfilaban en aquel álbum dando presentación del viaje, miró detenidamente cada imagen como grabándola en su memoria, el reflejo de la luz sobre los rostros, los gestos mismos de las personas, una sensación plasmada de lo que allí se vivió aunque fuera simplemente una captura.

Oía la breve narración del porqué del disfraz aunque aún no había llegado a esa parte de las fotos, aún seguía viendo de aquellos paseos que dieron, la sonrisa de su amigo aunque apenas destacada, y la misma felicidad en la joven, era un reflejo en sintonía de ambos, en realidad no entendía bien a ese par en ocasiones, aunque ¿Quién puede entenderse en ese mundo?, era interesante en sí mismo como podían divertirse tan bien ellos dos, y a la vez estar del otro lado del mundo al sentirse lastimados, principalmente su amigo.

-Claro, seré terriblemente honesto cuando te vea.- Sonrió, y le dejó partir hacia la cocina mientras él continuaba su disfrute visual, sonriendo en un par de escenas donde eran peculiares. -Al menos se divirtieron.-, expresó para sí notando mejor el reflejo de aquellas tomas, en el fondo principalmente distinguiendo un poco de dónde se encontrarían en ese preciso instante.

Deslizando una página más se encontró con el par disfrazado, miró el atuendo de ambos, recorrió cada detalle en los accesorios que eran una pulga en la foto, pero aún así podía ver formas, y tampoco deparó en ver bien a su amigo, una foto que parecía para una sección fotográfica, en realidad quedaba digna a la vista. En cierta forma era como si esos dos se encontraran en su ambiente, notando otra que seguramente fueron parte de aquellos fotógrafos que dan apoyo en las fiestas tras el divertir de las personas porque notaba una donde los dos bailaban.
Acarició la foto lentamente como sintiendo de ella los sentimientos de esos dos, dibujó principalmente a su amigo, sonrió, en verdad era bueno que se hubieran divertido, al menos tenían gratos recuerdos, y como pareja se veían bien, ambos entonaban perfectamente, serían una familia muy llamativa.


Ingresó a la cocina, un ambiente de piso revestido con baldosas blancas y rojas intercaladas, sin ventanas, paredes de cerámicas blancas, amueblado en blanco y rojo, y algunas plantas interiores que daban un toque verde al lugar. Él y su ama habían salido de la casa después del almuerzo ese día, y puesto que no volverían a la residencia hasta muy tarde, esa misma mañana se había encargado de los preparativos de la cena: Cortando la masa y rellenándola formando los ñoquis, y dejando la salsa de tomate bien condimentada; todo listo para en la noche sólo tener que meter las ollas al fuego y no hacer esperar a su dama, quien seguro volvería cansada y hambrienta, demasiado tiempo para cenar.

Llenó una olla con agua, la puso al fuego, y cuando hirvió colocó la pasta adentro. A la vez, puso la olla con salsa a calentar. Miró el reloj, casi era la medianoche... Pronto su ama saldría del teatro, y cenaría con alguien más… Sacó el celular del bolsillo del pantalón, y deseó escribirle un mensaje de texto… pero no lo hizo, temió causarle molestia. Dejó el teléfono sobre la encimera y continuó dedicándose a la comida, revolviendo la salsa. Pasaron segundos cuando de pronto la melodía característica de los mensajes sonó, se emocionó pensando que se trataba de su amada, quizás le había escrito para pedirle que si pasara a recogerla, quizás el plan de cenar afuera había sido cancelado… Pero cuando vio la pantalla, se encontró con el nombre de otra mujer, “Sigrid”. Abrió el mensaje de texto, leyó “¿Cómo va la vida de `casados´?, lobo usurpador.” Quería ignorarla, pero esa mujer era un peligro. “Muy bien, gracias.”, respondió con una mentira, en realidad no podía decir que fuera todo color de rosa, pero mejor que esa persona así lo creyera. Sigrid conocía perfectamente la historia de Ran, y una de las habilidades por la que destacaba era la alteración de recuerdos a largo plazo, así que le había ofrecido que si su ama mostraba signos de estarse recuperando de la amnesia ella podía solucionarlo fácilmente. No estaba seguro de que aquella mujer no guardara aún rencor hacia Ran, así que no se fiaba de ella, no la quería involucrada en el asunto.

Dejó el celular a un lado. Coló los ñoquis, los metió en otra olla y los bañó con la salsa. Se dirigió al comedor, un salón de paredes, baldosas y cortinado en beige, araña de techo de cristales carmesí, sillas de madera con acolchado aterciopelado en rojo, con una mesa mediana de madera vestida con un mantel rojo y en el centro dos estatuillas replicas de los leones guardianes del templo tailandés Sangklaburi. Dejó allí el recipiente con la pasta cerrado para que no se enfriara, dispuso lo platos, servilletas, copas y la botella de bebida dentro de una cubitera para que se mantuviera fría. Fue entonces a la sala de estar para avisar a su amigo que serviría la comida.


-Mire que vampiro tan apuesto se acerca.-, dijo al escuchar los pasos alzando la vista, cuando lo visualizó soltó sus palabras con una sonrisa, y luego rió suave. Cerró el álbum concluyendo por fin con su ojeada en cada una de las fotos, le había parecido interesante ver cada una de las impresiones, era realmente interesante notar el cambio con el disfrazas, y es que habían entrado tan bien en los personajes que realmente podía creer que su amigo fuera un vampiro. -¿Estás seguro de que no eres uno?- Bromeó con él al cuestionar eso.

Se levantó para seguirlo al comedor, en el camino le entregó el álbum para que lo guardara antes de seguir los pasos, siguió andando con calma continuando su estudio visual, entrando al lugar pudor percibir el suave aroma de la comida que se disfrazaba a estar sumergida en su presentación, dio una larga ojeada al lugar, vio la mesa con cautela entre sus adornos, el acabado de la mesa y de las sillas.
-Faltaron las velas.-, volvió a molestarlo volteando hacia él. -Realmente eres un buen anfitrión.-, le mencionó por la amable presentación, se dispuso a tomar asiento para iniciar la cena entre una cálida platica que no iba más allá de temas banales, algo simple para compartir la comida.


-Ahora sabes mi secreto...-, respondió a su amigo siguiéndole el juego. Recordó la escena en la cual Drácula convertido en lobo mordía a Lucy, aquella imagen invocada en su mente lo tentaba a usar su magia para mostrarse ante aquellos ojos azules en forma de bestia, y hacer sentir sus dientes en el cuello ajeno, tenía curiosidad por ver cómo reaccionaría el conejito… Pero se contuvo, la comida se enfriaría si provocaba tal distracción. –La verdadera razón por la que estás aquí hoy, es para saciar mi sed de sangre…-, agregó siguiendo metido en el papel, y acarició con las yemas de sus dedos el cuello del albino. Cayó entonces en cuenta de que aquella línea parecía una respuesta a la proposición en la chocolatería, cuando en realidad no estaba en sus planes tener sexo con Azariel, solamente estaba jugando. Apartó la mano y desvió la conversación. –Yo… La comida se enfriara, vamos.- Su amigo se puso de pie para seguirlo, entregándole el álbum fotográfico. Lo guardó en el mueble correspondiente, y se dirigió con el joven al comedor.

-Es mí deber hacer todo lo posible por agradar a mi precioso huésped.- respondió al comentario de su compañero. Llenó las copas con vino Sangiovese, sirvió la pasta en los platos, y tomó asiento frente a Azariel. –Me gustaría que te domiciliaras en Roma, así nos veríamos con más frecuencia.-, expresó su deseo. Cuando estaban alejados la comunicación no se perdía porque se enviaban correspondencia electrónica y hablaban por teléfono, pero disfrutaba más teniéndolo presente, para apreciarlo en todas sus expresiones, sentir el calor de un abrazo amigo en momentos difíciles, para salir juntos de paseo.


Sonrió. -Prometo no revelárselo a nadie.-, juró en aquel juego que continuaba en un acto imaginario de ellos dos, el roce de aquellas yemas provoco un agradable calor sobre la área tocada, sólo dejó el surco de una suave y breve sonrisa sobre sus labios. Las palabras sonaban interesantes, el saciarle la sed, era un acto que aunque estuviera dispuesto a hacer no lo lograría porque estaba seguro de que su buen amigo sólo dejaría de estar sediento cuando bebiera del cáliz de su amada.

-Lo haré cuando decidas vivir conmigo.-, respondió, aunque no era nada malo las palabras ni verdaderamente enserio porque no alejaría a su amigo de su querida. -Me gustaría vivir aquí cerca de ti, pero, estoy seguro que de hacerlo mi familia me ubicaría y causaría conflicto, aunque sé que no puedo huir de ellos eternamente pero por ahora no deseo verlos.-

-Aunque sinceramente te extraño demasiado cuando estoy lejos, cuando estaba en la milicia era completamente diferente que ahora, me hace falta tu calidez.-, concluyó sus palabras para saborear la comida, degustar con calma el primer bocado que hacia la explosión de la comida, un excelente sabor.


Vivir juntos. Al escuchar esa idea deseó poder ofrecerle que se quedara en esa casa permanentemente, pero seguramente causaría incomodidad a su ama. Escuchó la razón por la que era un nómade, lo comprendía y no quería causarle inconvenientes. La respuesta de su amigo se volvió extremadamente tierna. –Diciendo cosas tan lindas a la hora de la cena… me pondrás efusivo y no te dejaré comer…-, expresó queriendo atraparlo entre sus brazos. Por debajo de la mesa enredó sus piernas con las ajenas, en una necesidad de sentirlo aún más cerca.

Cuando terminaron con la pasta, le propuso ir a comer el chocolate al subsuelo. –Quizás te asustes allá abajo.-, bromeó a su amigo haciendo referencia al decorado, usándolo como excusa para tomarle la mano. Bajando las escaleras llegaron al cuarto dedicado a la recreación, contaba con equipo de música, pantalla gigante de plasma y consolas de video juegos. Las paredes eran de piedra, el suelo estaba alfombrado en rojo; tenía viejos muebles con claros signos de desgaste, candelabro de techo de huesos, telarañas artificiales, calaveras, una doncella de hierro, figuras de cera de zombis, y un gran poster de Drácula; ataúdes con repisas en el interior guardaban libros, películas, música y juegos. –¿Qué prefieres hacer? Los ataúdes guardan la colección de películas, música y juegos de Ran; siéntete libre de elegir lo que más te guste.-, dijo al invitado.


-Eso sería malo porque no podríamos comer postre.-, comentó con tranquila inocencia dejando una sonrisa adornar su rostro, en cierta forma se daba cuenta que con su amigo ese gesto era más fluido, era como si tal curvar de sus labios no pudiera abandonar su rostro, dejando la sensación debajo de la mesa donde el contacto se hizo evidente pero cómodo, la cercanía intima de ellos dos con una discreción que daba un aló de secreto… era grato.

Continuó su cena con aquella emoción cálida, no tenía que decir lo que ya había expresado, le había encantado la cena, y la opción del mayor estaba bien por lo cual no hubo motivo para rechazar -Entonces me aferraré a ti completamente.-, permitió ser llevado de la mano, en realidad podía decir que estaba gustoso de caminar de tal forma, descendiendo los escalones paso tras paso mientras la vista iba revelando lentamente el sitió al irse sumergiendo en la visualidad del mismo nivel.

-Un decorado con demasiado gusto.-, emitió viendo aquel juego de presentaciones, era una mezcla peculiar zombis y vampiros, pero no desentonaba para nada así que era perfecto, una recreación perfecta. -Bien, entonces tú te quedas aquí.- Lo llevo hasta unos de los sillones frente a la gran pantalla, lo dejó sentado allí para que se quedara quieto con los chocolates. Dio la vuelta caminando hacia donde estaban las películas, miró el ataúd, bueno, no hubiera esperado eso, pero era entretenido sacar películas de uno.
Vio lentamente los títulos para saber cuales había visto y cual atraía su atención, pero se detuvo brevemente al sentir la mirada nublada, rozó con un par de sus dedos para relajar los parpados, y continuó con su exploración pensando que era el cansancio. -Esta parece interesante.-, dijo al encontrar un titulo atractivo, volvió sobre sus pasos, le miro aún con los chocolates. -¿Te has comido todo?-, cuestionó como inspeccionándolo. -Pareces aún sobrio, mm creo que el policía del chocolate no te multara.-

Se había inclinado un poco sobre el rostro ajeno como percibiendo el aroma de chocolate en él, se iba a apartar para poner la película cuando de nuevo sintió un… No sabía cómo explicarlo, era como un mal viaje, una clase de desprendimiento de sí mismo, como si saliera de su cuerpo para flotar, estaba allí cerca de Caesar pero no estaba, era extraño. ¡¿Por qué su cuerpo se movía?!, cuestionó escandalizado cuando vio su cuerpo moverse, se inclinaba aún más sobre su buen amigo, una cercanía peligrosa. ¡Debes de ir hacia otro lado!, le ordenó a su cuerpo, pero…Eso… Eso era…. No… No, no, no… Seguro que cayó dormido, sí, eso era, y no pasaba lo que sus ojos veían, él… él estaba besando a su amigo, no como siempre de jugueteos en la mejilla… lo estaba ¡Besando!, con toda la extensión del significado de… de la ubicación… De…. Era un algo que no debía, deseaba jalarse para apartarse de aquel rostro que “devoraba”.

Bien, bien, su cuerpo se había alejado por fin del caso, pero, ahora que… ¡Detente!, se dijo a sí mismo o a su cuerpo, o como fuera el caso, pero, ahora estaba de rodillas… ¡Oh, por dios!, deseaba ser tragado por la tierra, no estaba viendo eso, no, no estaba enfrente de… Entre… No… Se sentía rojo como una manzana madura, deseando correr, sí, eso venía bien, salir corriendo para ser atrapado por un hoyo negro y desaparecer.

Gritó, bueno, no realmente pero así le pareció, eso causó que entrara de nuevo a su cuerpo o algo así porque se hizo para atrás, y medio cayó sentado, las palmas de sus manos sobre el suelo, su rostro fue cubierto del carmín hasta más allá de donde acariciaba el nacer de su cabello, y el cuello de su camisa. En un instante todo fue silencio así que tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo no tardó ni un segundo en arrastrarse para dar distancia e incorporándose, saliendo torpemente de allí casi se daba en la cabeza con la puerta por sus apresurados pasos, pero, se cubrió los labios. Él beso el…. Tan solo pensarlo se calentaba, no por el deseo…. Bueno… No, era por la vergüenza e imaginarlo, o recordarlo era imposible, el decir que…. Sólo eso… Bien, no era un virgen, pero aparte de su amado no había tocado más cuerpos, y ahora él fue directamente allí para “morder” esa… Zona y casi con sus dientes abré el pantalón…. Deseaba caerse allí desmayado y fingir que murió, aunque ya lo estaba haciendo de vergüenza, pero tal vez tras despertar se daría cuenta que cayó cuando miraba las películas y todo eso no pasó… Pero… Su mente no podía con tantas palabras a la vez, y no teniendo tiempo para todo terminó escondido en una habitación ajena, pensaba huir fuera de esa casa, pero abrió una puerta equivocada, se fue a esconder donde no fuera visto, entre el buro y la cama, haciéndose pequeño, todo eso inconscientemente por la sobrevivencia de la vergüenza.


Tomó asiento tras la indicación, aquel sillón conservaba adrede una apariencia deteriorada, acorde a la ambientación del lugar, pero sin dejar de ser cómodo. Dejó que Azariel curioseara la colección con calma hasta encontrar algo que le interesara; mientras sacó al descubierto la casita comestible, dejándola sobre la mesa. Era una artesanía muy bien detallada, una construcción con paredes de chocolate negro, puerta y ventanas de chocolate en rama blanco, y techo de chocolate amargo decorado con confites de colores diversos. Supuso que su amigo no se molestaría si comenzaba a comer, cortó un trocito de tejado para probar.

Su compañero no tardó en presentarse ante él con el film elegido, no esperaba que Azariel seleccionara tal producción. –No creí que te interesara una película de ese tipo, me has sorprendido. Siempre aprendemos algo nuevo, incluso de aquellos que creemos conocer completamente.-, dijo al ver la portada notando que se trataba de una película gore erótica.
Lo escuchó bromear sobre el chocolate. –Una sola persona no podría comerse en minutos un chocolate de tal proporción, ¿acaso tu plan es usar la casita de dulce para engordarme y comerme?-, respondió haciendo referencia al cuento de Hansel y Gretel.

Su amigo de pronto comenzó a acercarse demasiado, haciéndolo sentir algo incomodo. –Hey, me estás preocupando, espero no pienses realmente comerme, jaja...- Su risa fue interrumpida de pronto al ser sus labios mordidos, permitió que la lengua ajena se introdujera dentro de su boca, sintió que el dulce contacto absorbía el sabor amargo del chocolate en la exquisita fusión. Respondió al demandante beso, siguiendo los movimientos con su propia lengua inquieta en aquella cavidad, no intentó apartarlo. Estaba siendo demasiado permisivo con su discípulo correspondiéndolo de esa manera, esa clase de besos no era propia de una amistad, pero no podía rechazar esa muestra de afecto, y en realidad no podía decir que le desagradara… Por el contrario, después del dialogo durante la cena, aquel que le había causado ternura, aquel que le había hecho sentir querido y necesitado, había estado deseando sentirlo mucho más… No podía decir que de aquella forma, dormir abrazándolo como cuando era un niño, quizás… Pero de esa manera… con un beso que le quitaba el aliento, no podía negarlo, se sentía maravillosamente bien… Nunca antes se había sentido así a causa de un beso boca a boca… Era extraño, como si fuera su primera vez…

Escuchó el sonido del estuche con la película caer al suelo, Ran se molestaría si el DVD había resultado dañado… Su amigo concluyó el beso y comenzó a descender, creyó en un principio que planeaba levantar lo que se había caído, pero para su sorpresa pretendía algo más… De pronto lo tuvo entre sus piernas, intentando desabrocharle la cremallera… El albino estaba yendo demasiado lejos… -Detente, te estás pasando con el postre…-, dijo provocando que el joven tomara distancia, o al menos él creía que sus palabras habían causado tal efecto.

Verlo sentado en el suelo, con aquel rostro bonito tan ruborizado, y expresión de niño pequeño intentando hacerse el inocente tras haber hecho una travesura… le provocó el deseo de atacarlo. -Una bestia capturada dentro de piel humana, el lobo guerrero surge en un baño de rayos de luna llena…- El lugar se volvió completamente oscuro por un segundo, hasta que una luna en el interior de la habitación apareció emanando luz, en rayos que dentro de una ilusión lo hicieron mutar. Cuando usaba el hechizo en el campo de batalla tomaba la forma de una bestia de proporción descomunal para verse más intimidante, pero frente al joven ocupó la forma de un lobo de tamaño promedio. Se abalanzó contra este aprisionándolo bajo suyo, mordió el cuello ajeno lo suficientemente fuerte como para dejarle marca… No midió bien su fuerza, porque lo hizo sangrar. Lamió la herida pero sin aplicar magia curativa, solamente para acariciar el dolor y limpiar la zona.
Se vio reflejado en los claros ojos azules en forma animal, Azariel no emitía palabra alguna, y en aquel silencio notaba nerviosismo. Cuando rompió la fantasía se apartó del cuerpo ajeno… El albino huyó… ¿Lo había asustado demasiado?, se arrepintió por jugar con él de esa forma. Subió el cierre de su pantalón, que había quedado a medio abrir, y se apresuró en ir a buscarlo. Lo llamó por el nombre, lo buscó primero en el comedor, luego en el vestíbulo, hasta llegar a la sala de estar, donde dio por hecho que el muchachito había abandonado la casa.


Respiró hondo tras de largos minutos, en realidad ya ni sabía ni siquiera si el tiempo estaba bien, pero, se calmó lo suficiente para decidirse a meditar qué paso, y rememorar todo lo que ocurrió momentos atrás. Estaba hablando con su amigo tranquilamente, bromeaban como siempre, y se entretenía, pero luego, lo que sucedió después era mil veces inexplicable, lo más seguro era que si todo fuera un sueño.

Saltó deliberadamente la parte del… Era mejor no pensarlo pues se sentía saltar hacia un lugar aún más oculto, estaba en shock pero vio un ¿lobo? Si, en definitiva estaba soñado, no era posible que un lobo naciera de la nada, aunque, no, no era posible se repitió y sonrió porque así podía estar en paz con toda la explicación para saber que no hizo nada, sólo era un terrible sueño, era seguro que por comer demasiado dulce, aunque apenas y había probado uno, pero, era mejor esa lógica que la otra.

-Aunque era un lobo hermoso.-, emitió, se levantó, bien, si era un sueño sólo debía despertar, aunque ¿Cómo se despertaba de un sueño?, no lo sabía, tal vez durmiendo en este. Miró el lugar, un aroma familiar impregnaba esa estancia de descanso, bueno, no importaba donde estaba si sólo estaba en su mente, así que decidió ponerse cómodo para dormir dentro del sueño. -Me siento tan torpe.-, se dijo a sí mismo cuando se metió debajo de las cobijas para dormir o volver a hacerlo, era lo mismo, tendría que despertar.

Sonrió, era seguro que al despertar le contaría a su amigo, y los dos se reirían de tal ocurrencia. Negó repentinamente, no, no podía contar algo así, sólo le contaría del lobo, si, esa parte era menos… Bueno, era una parte inocente, aunque ser comido por un lobo sería extraño, en qué mundo alguien podía estar feliz por ser devorado por un lobo, bueno, parecía que en el mundo de los sueños. Se cubrió hasta la cabeza cuando cerró los ojos dispuesto a dejarse llevar a la realidad de su mente confundida.


Eran más de las dos de la madrugada de un sábado. Había pasado una cena desagradable, fue amable con el anfitrión mintiendo al decir que no tenía apetito, cuando la verdad era que la comida del restaurante le había parecido un asco, apenas había probado bocado y por ello quedó con hambre. Y el viaje de vuelta a casa fue aún peor, aunque se había encargado de hacer que al final aquel encuentro valiera la pena.

Tras ingresar a su residencia, no tardó en ser recibida por su lobo guardián. –Estoy de maravilla, no te preocupes. Te contaré que pasó, pero primero aliméntame.-, respondió a la preocupación de Caesar, moviéndose hacía el comedor. –Veo que tuviste visita. Azariel, imagino. Lamento no haber compartido la cena con ustedes, seguramente como lo usual tu comida estuvo exquisita.-, dijo viendo la vajilla para dos aún sobre la mesa, percibiendo el aroma de la salsa en el ambiente. –No te exigiré que prepares algo demasiado elaborado a esta hora, que sea alguna comida rápida, o algún postre.-, aclaró quitándose la chaqueta de cuero blanco ensangrentada, dejándola sobre el respaldo de una silla de manera tal que no ensuciara.

Fue llevada entonces al subsuelo, donde se encontró con una casita de chocolate que apenas había sido probada. Se sentó sobre una almohada que se encontraba en el suelo junto a la mesita ratona, descubriendo una de sus películas tirada allí. –Oh, ya veo por qué apenas probaron el chocolate, ¿manos ocupadas?-, bromeó insinuando que Caesar y amigo se habían estado masturbando viendo un film erótico. Cortó un trozo de tejado y lo saboreó, el chocolate amargo era su favorito.

-En el teatro se presentó un coproductor de televisión, estaba buscando actores y actrices para una nueva serie. Me propuso ocupar el papel protagónico, me interesó el trabajo por tratarse de una producción del género de terror, supervivencia en el apocalipsis zombi. Me mostró parte del guión del capítulo piloto, me pareció prometedor. Mi primera vez trabajando en una obra para la pantalla, nada mejor que comenzar con una producción tan acorde a mi gusto. Porque participar del proyecto me interesó, acepté la invitación a cenar de esa persona. La comida me pareció terriblemente mala, pero no me quejé porque estaba allí por el papel… Allí siguió contándome más detalles sobre el trabajo en cuestión.
Bien, pensé que el personaje ya era mío, eso me dio a entender. Así como él me llevó en su auto hasta el restaurante, se suponía que después de la cena me traería a la casa… pero de pronto lo noté desviarse del camino. Pensé que estaba confundiendo las calles, así que le dije que no era por allí donde debió doblar. Estacionó el auto… y se me arrimó demasiado causándome molestia. Me dijo que lo acompañara a un hotel, y recién entonces firmaríamos el contrato… Le dije que si tardaba más en volver a casa, mi querido padre se preocuparía… Me dijo que si no lo acompañaba, buscaría a otra protagonista. Me hizo enojar, ya había dedicado demasiado de mi tiempo a él, además me había ilusionado con que el personaje era mío sin más, y dicho que me requería por mi talento, no para hacerle “favores”… Me irritó el saber que si no lo acompañaba no tendría el papel, así que le perforé el pecho dándole una muerte rápida. Controlé el cadáver, haciendo que condujera el auto para traerme a casa… Jaja, pobrecillo, no imaginó que yo pudiera volver aquella ficción realidad transformándolo en un muerto viviente… Cuando llegamos, antes de bajarme tomé el teléfono móvil de ese hombre, busqué en la lista de contactos el nombre del productor, la mente detrás de aquella obra, el sujeto lo había mencionado durante la cena. Le escribí diciendo que había encontrado a la persona perfecta para el papel protagónico, mencionando mi nombre y apellido. Luego hice que el muerto siguiera camino solo, y después de conducir unos minutos se aventara por un barranco terminando en llamas, para que el incidente no sea tomado como asesinato.-, explicó a Caesar. Había utilizado su magia para producir la espada que clavó en el pecho ajeno; luego había usado un hechizo para manipular al muerto como marioneta; y estando lejos de la víctima tras dejar el vehículo, un ojo sobre el capot, que le transmitía las imágenes captadas en su pequeño espejo portátil, le había permitido ver el recorrido para dirigirlo al precipicio. –En fin, cuando pase el tiempo de luto, quizás el productor haga la serie y decida cumplir el “último deseo” de su ayudante localizándome para contratarme. Si no es así, al menos puedo decir que disfrute asesinarlo… Ya estaba olvidando la emoción de matar.-, concluyó su narración, bostezó y se acostó en el suelo estirándose.


Buscó el teléfono móvil en los bolsillos de su pantalón, recordando entonces que lo había olvidado en la cocina, allí se dirigió. Fue un descuido de su parte, Ran pudo requerir sus servicios en ese tiempo y él ni enterado, pero al ver la pantalla vio que no tenía mensajes pendientes ni llamadas perdidas. Marcó en la lista de contactos el número de Azariel, no podía dejarlo como si nada hubiese pasado. Saltó la casilla de mensajes de voz, el conejito había apagado el celular, o quizás se le había descargado la batería. Su amigo era consciente de que él poseía habilidades mágicas, pero nunca antes las había visto en acción… Se había excedido sorprendiéndolo de esa manera.

Entonces escuchó ruido proveniente del vestíbulo, quizás Azariel se había calmado y regresado, se apresuró en ir a ver. Cuando llegó a la entrada, descubrió que se trataba de su ama. -¡Ran!, ¿qué pasó?, ¿te encuentras bien?-, emitió en un tono de voz de denotaba preocupación, al ver el precioso rostro pardo y vestuario albear teñidos de carmín. Era la sangre de alguien más, claramente, pero eso no cambiaba el hecho de que su doncella había tenido alguna clase de inconveniente. ¿Habría tenido el contrincante poder mágico?, se preguntaba. No subestimaba el poder de Ran, y también comprendía que no podía pretender acompañarla a todos lados… Ya había sido regañado antes por ser sobreprotector, pero no podía evitar preocuparse, y cuando ella se involucraba en batallas sin él se sentía ineficaz como sacrificio.

Se calmó al escucharla expresarse tan tranquila, entendió que cualquiera que hubiera sido el problema por el que había pasado, lo había solucionado satisfactoriamente. Escuchó que tenía apetito, ¿acaso la cena que mencionó por teléfono había sido mentira?, ¿qué había hecho entonces en todo ese tiempo su ama? Le preguntó que deseaba comer, estaba dispuesto a preparar la comida que fuera. Escuchó la respuesta, como dijo postre, la llevó al subsuelo a comer chocolate. No era propiamente una cena, pero ya lo compensaría preparándole al mediodía un almuerzo rico en nutrientes.

Se relajó teniéndola con él. Tomó asiento en el sillón esperando poder escuchar la historia, tenía curiosidad. Se ruborizó al escuchar el comentario de Ran referido a la película erótica, por recordar que estuvo a punto de tener su miembro en la boca de Azariel. La vio comer un trozo de chocolate, y relamerse los dedos, su mente había quedado caliente por el recuerdo y de pronto se descubrió teniendo la fantasía de ser saboreado por la boca de la muchacha… Apartó la vista, intentando alejar aquellos pensamientos lujuriosos de su cabeza.

Cuando la joven terminó el bocado y se dispuso a contar, le regresó la mirada. Descubrió que después de todo su señorita no le había mentido, si había ido a cenar con alguien. Escuchó atentamente la narración de los hechos, que le producía en cada detalle diferentes sentimientos. Se alegraba porque aquel sujeto había sido rechazado por su amada, había estado sufriendo tomando a aquel anfitrión como rival en el amor cuando en realidad en Ran no había despertado más que un interés laboral… Aunque como imaginó, había estado en lo cierto creyendo que aquella cena no podía ser solamente por una reunión de trabajo. Conociendo lo despistada que podía ser su dama en ese campo social, era de sospechar que la doble intención de ese hombre se pudo leer desde el momento en el que hizo la invitación y ella no lo decodificó. Pero en aquel alivio había también cierto deje de fastidio, especialmente por escuchar que ese desconocido se le había acercado demasiado a su reina, se preguntaba si el intruso había… llegado a manosearla. Le hubiera gustado poder matarlo él mismo.

Se acercó a la joven al ver que el sueño la estaba venciendo. –No planearas dormir en el piso…-, dijo y la cargó en brazos. –Vamos leoncita, te prepararé una ducha caliente y luego a la cama.-, expresó con un tono de voz dulce, y dio a su linda felina un beso en la mejilla.


Fue llevada escaleras arriba, hasta llegar a la segunda planta de la casa. Ingresaron al cuarto de baño, una habitación donde predominaba el blanco y dorado. Su sirviente la sentó sobre un puff redondo, y comenzó a desatarle los cordones de las largas botas de cuero blanco hasta despojarla del calzado y las finas medias de nailon, dejando sus pies al descubierto. Lo vio dirigirse a la tina y hacer correr el agua, gradualmente el lugar se fue llenando de vapor y aroma a esencia de Sándalo. Cuando se encontró sola, se quitó la polera blanca, el pantalón blanco manchado de sangre, y la ropa interior, dejando cada prenda en el cesto de la ropa sucia, y se sumergió en el agua tibia cerrando el cortinado dorado. Mientras se enjabonaba escuchó el sonido de la puerta indicándole que Caesar estaba de vuelta, escuchó aquella voz masculina decir que su ropa de dormir la encontraría sobre el puff, como era lo usual. Comenzó a sonar una música relajante, y nuevamente escuchó el sonido de la puerta, entonces cerrándose. Su larga cabellera castaña que en seco mostraba unas ondas naturales se veía entonces lacia por estar mojada, la lavó con shampoo y enjuague con aroma a coco.

Salida de la tina se secó; vistió solamente la ropa interior inferior porque le causaba incomodidad usar sostén a la hora de dormir, un camisón de fina tela traslucida color uva, y arriba una bata de terciopelo rojo; se lavó los dientes y se fue a su cuarto para poder descansar.
Su dormitorio era un santuario sagrado al que solamente daba el permiso de entrar a Caesar, cuando no podía dormir lo invitaba allí a conversar, además era el encargado de mantener el orden. Era un cuarto decorado con estilo Steampunk. A través del suelo transparente podían verse engranajes de bronce y cobre simulando el interior de una máquina. Del techo negro estrellado se desprendía una lámpara con forma de media luna. Las paredes estaban recubiertas con papel tapiz rojo intenso. Había dos ventanas con vitrales ilustrados, uno representaba la noche y el otro el día. La cama de dos plazas estaba hecha de oro puro, con un colchón vestido con sábanas negras y edredón de terciopelo carmesí, sobre el cual se posaba un gran peluche de lobo obsequio de Caesar. Junto a esta se encontraba una mesita, en cuya superficie se encontraba un teléfono retro de madera y metal con dial giratorio, y una lámpara de lava roja. Sobre el respaldo del lecho, en la pared, se encontraba sujeto un esqueleto robótico alado hecho de bronce. En cuanto a las otras paredes, podían verse relojes de diferentes formas, máscaras venecianas, y un mapamundi de papel viejo donde se encontraban marcados todos los países que había visitado. En un escritorio de madera, que detrás llevaba sujetas pipas de órgano, se posaba una computadora con pantalla de plasma de marco dorado, con teclado en negro y dorado que imitaba los de las viejas máquinas de escribir, un gabinete en madera, y dos bocinas doradas de tocadiscos por donde se transmitía el sonido; frente a esta se encontraba un asiento de madera con acolchado aterciopelado en rojo. Replicas de varios instrumentos astrológicos del museo de Galileo se distribuían por el lugar como decoración. En un gran closet de roble guardaba toda su ropa. También tenía un tocador de oro, sus accesorios se guardaban en los cajones de este, y otros tantos en los alhajeros musicales que se apoyaban en la superficie externa.
Se quitó la bata dejándola sobre el sillón y se metió entre las mantas para dormir, no tardó en sumergirse en el mundo de los sueños.


Finalizados los preparativos del baño de su ama, pasó a dedicarse a otras tareas antes de dormir. Guardó la casita de chocolate en envoltorio, dejándola en un lugar fresco de la cocina; lavó y secó la vajilla; cambió el mantel, y metió el sucio junto a las servilletas usadas en la lavadora; y limpió a mano el cuero del abrigo de Ran, antes de que las manchas de sangre se secaran dificultando el lavado.

Habiendo terminado todo eso, supuso que su señorita ya estaría en la cama, así que se dispuso a tomar él un baño caliente. Dejó sus borcegos negros junto a las botas de Ran; metió en el cesto de la ropa sucia sus prendas, los pantaloncillos camuflados que había usado como ropa interior, la camiseta negra de mangas largas y el pantalón militar verde, no sin antes sacar el teléfono móvil del bolsillo. Pensó volver a intentar comunicarse con Azariel, pero lo reconsideró por el horario, apenas despertara lo llamaría.

Cuando terminó de asearse, se dio cuenta de que había olvidado un cambio de ropa intima, un descuido por el hecho de encontrarse entonces somnoliento, pero tenía su bata azul en el perchero del baño. Se secó, cubrió su cuerpo con aquel sobretodo largo de tela de toalla, y se dirigió al cuarto de la muchacha para ver si estaba dormida o caso contrario precisaba algo.
Ingresó a la alcoba ajena, la luna estaba apagada, solo iluminaba la tenue luz rojiza de la lámpara de lava. La joven dormía abrazando al lobo de peluche, y él sentía entonces envidia de un juguete, estaba siendo infantil. Se acercó a ella para arroparla mejor, escuchó un balbuceo y pensó que le había fastidiado el sueño, pero no resultó ser así. Se quedó contemplando a la bella durmiente, preguntándose qué imágenes estarían siendo reproducidas dentro de aquella mente, que aventuras estaría viviendo la hermosa doncella en el mundo de los sueños. Su sangre se heló cuando la escuchó pronunciar un nombre que creía olvidado, “Kyrus”. Sintió con criterio que la posibilidad de ganar el corazón de Ran acababa de desvanecerse por completo, ella estaba recordando al hombre que tanto había amado en el pasado…

Se retiró a su dormitorio, aunque dudaba poder dormir después de eso. Tenía que… inventar una excusa para no ser odiado. Podía decir a su ama que daba por seguro que Kyrus había muerto… pero… entonces le causaría un gran daño emocional. No, no podía decirle una mentira tan cruel, aún cuando creyera que la chica estaba mejor lejos de ese sujeto.
Se metió a su cuarto. El piso estaba cubierto por alfombrado verde oscuro. Las paredes eran de madera, y estaban decoradas con armas de diferentes tipos. En un rincón se encontraba una armadura medieval de metal. En los vitrales de ambas ventanas se veían figuras de lobos. El techo estaba pintado de marrón y de este se desprendía una lámpara elaborada con astas de ciervo. Contaba con una gran biblioteca, y un armario para guardar su ropa. Sobre un escritorio de roble se encontraban retratos de él junto a Ran y Azariel, y una laptop con cobertura camuflada verde y marrón. Frente al escritorio había un sillón verde oscuro. La cama era de una plaza y estaba hecha de roble, el colchón vestido con sábanas blancas y edredón marrón; junto a esta había una mesita de noche donde se encontraban un reloj despertador y un velador acampanado de bronce encendido.
Cuando entró se quedó un rato apoyado sobre la superficie de la puerta cerrada, con la vista perdida en el suelo pensando como manejaría la situación… Así que tardó un rato en descubrir que no se encontraba solo, grande fue su sorpresa al encontrar un lindo conejito durmiendo en su cama. Gracias al cielo, su buen amigo estaba presente. No planeaba perturbarle el sueño para contarle lo ocurrido y pedirle consejo, de momento tenerlo cerca le bastaba para calmar un poco sus nervios. Con cuidado corrió las cobijas para introducirse en el lecho sin despertarlo, su cama era estrecha para dos, pero aquella cercanía le agradaba. Pasó varios minutos contemplando el bonito rostro del albino, hasta que finalmente pudo conciliar el sueño, aquel era un ángel guardián que le transmitía paz incluso dentro de una pesadilla.


El sueño no tardó en cubrirlo con su velo de ilusión, el descanso fue satisfactorio para alejar los pensamientos de su mente, un danzar de imágenes sin lógica surcaban por su mente dándole sólo la pasividad que necesitaba su cuerpo para obtener de vuelta la energía perdida de todas las actividades del día. El movimiento de unos de los costados de la cama le hizo moverse, aunque no siendo particularmente molesto no lo despertó, sólo hizo que se acunara contra ese hundir para estar más cómodo.

Las noches compartidas siempre eran más calurosas por el desprender del calor humano, así que en la cercanía provocada por el mismo su cuerpo subió en temperatura demasiado rápido. Se removió medio dormido buscando estar cómodo de nuevo, pero era una acción imposible, se medio sentó sacándose la camiseta dejándole por allí tirada, su torso quedó desnudo, y el acariciar del ambiente sobre sus brazos y su pecho, sobre cada parte desnuda, le hizo estar mucho mejor, al menos un poco pues era sofocante con el cuello alto, aunque eso mismo revelaba un detalle que pasó por el shock anterior.

Volvió a recostarse, sus ojos adormilados vieron una silueta a su lado. No se le hizo extraño porque no estaba del todo consciente así que sólo volvió a tumbarse, y en un segundo pensó que era un peluche. Una extraña lógica, pero en la mezcla inconsciente de los sueños con la realidad sólo sacaba conclusiones simples. Buscó acomodarse de nuevo pero ese peluche era grande. Sonrió cuando cayó de nuevo en el abismo, y en su última acción estrujó a su peluche, su pierna pasó sobre este acercándolo más, y uno de sus brazos hizo lo mismo, pero como fue más dormido que nada llegó a mover la bata dejándose colarse bajo esta.

Se Sumergió en un sueño profundo donde pareció conectarse con el de su compañero, pues en un punto su anillo brilló junto con aquellas letras grabadas en la pulsera que le obsequió a su amigo, se sintió descender… No, mejor dicho era como si cayera del cielo hasta un punto, y aún en el sentimiento tan claro no despertó como si estuviera atrapado.


La temperatura de aquella madrugada descendía, por el contrario en su cama subía cada vez más. No estaba entonces cubierto por las cobijas, era exclusivamente la cercanía con el ser que se encontraba a su lado la que provocaba la calidez, una demasiado intensa. Su cuerpo dormido era estimulado por aumentarse el contacto, el calor ajeno lo embriagaba intoxicando su mente con deseos a flor de piel que buscaban manifestarse. Su cabeza comenzó a reproducir una película candente con dos protagonistas, él miraba a través de los ojos de uno de ellos, era uno de los ellos. Veía al otro, sacudido por sus impulsos, bañado en sudor, gimiendo de placer. Aquel debajo suyo siempre había sido hermoso, pero en estado de éxtasis se volvía aún más atractivo, una belleza sublime. –Te amo, Aza.-, expresó su voz dentro del sueño, y sin saberlo también fuera de este.

Despertó del sueño húmedo, sus ojos se abrieron enormes en un impacto, transpiraba, su pulso estaba acelerado, y su miembro… sufría una erección. Descubrió al cuerpo de Azariel aferrado al suyo, sentía el cosquilleo del respirar ajeno sobre su pecho que había quedado descubierto al abrirse la parte superior de la bata. Necesitaba… ir al baño para atenderse. Intentó moverse para liberarse de las patitas de conejo, pero extrañamente su cuerpo se sentía muy pesado, apenas pudo tomar una muy mínima distancia con esfuerzo. Notó que su pulsera brillaba, los trazos de la escritura se veían entonces más nítidos permitiéndole leer “Nuestros corazones dibujan un dulce sueño, volvámoslo realidad”. Descendió aquella mano de muñeca decorada, aflojándose aún más la bata en un desliz, desatando el lazo de la cintura para colarse entre la tela y masturbarse, allí mismo, esperando que su compañero no despertara y lo descubriera… Apenas rozó su miembro, aquella mano tomó un desvío para posarse en la entrepierna ajena. Notando a su amigo en el mismo estado, comenzó a frotarlo sobre el pantalón. Y aunque sentía que su accesorio emanaba magia no se sentía manipulado, estaba moviéndose a voluntad guiado por sus propios deseos. La pesadez de su cuerpo se había desvanecido por completo, pero no tenía intenciones de huir.


El velo que cubría sus ojos dejaba un nublo que sólo le permitía ver una silueta, un cuerpo sobre el suyo, una sensación caliente tan clara y placentera que no podía explicarla como real, era un sueño demasiado lejos de la realidad, la calidez no era tal, era como ser tocado por brasas ardiendo, era fuego lo que lamía su piel, aunque no hubiera ni un tinte de que aquello realmente existiera, era todo claro sumergido en un baño de luz tenue como si fuera un acto clandestino, una confidencialidad entre los dos participantes.

La nitidez acarició su mirada permitiéndole ver aquel que ponía su cuerpo en ese tul de pasión, oyó la voz tan clara que resonó en sus oídos, un cosquilleo agradable en el paso de aquel sonido, esas simples palabras que lo estremecieron con gozo, un sentir expresado en el silencio de la entrega. Volando entre incógnitas paredes su voz seducida por la emoción, en el terciopelo de su voz, correspondió a tal confesión con una igual, un brote de aquel nombre clandestino que susurró en suspiros calurosos una y otra vez contra el ambiente.

Un golpe de consciencia brotó en su cuerpo cuando su mirada, sus parpados que hasta hace unos instantes fueron pesados, se abrieron con tímido temblar revelando dos luceros de hielo, fríos como el color tintado de los polos pero cálidos como los mismos rayos de sol, un suave cristalizar que seducía a su fiel compañero. Acarició el rostro de su silencioso asaltante, se acercó a los labios ajenos lamiéndolos, chupándolos antes de brotar un traicionero gemido por el roce en aquel intimo lugar.

Se movió suave buscando apartarse de aquel cuerpo, de esa mano intrusa que sólo dejaba caricias sobre su prenda. En el despliegue de ese instante de satisfacción proclamada por los mundos de los sueños, se despojó de aquellas prendas únicas que acariciaban su piel, el ambiente frío pero a la vez extrañamente caluroso acarició su cuerpo, y se volvió a pegar al cuerpo de su seductor, el cual revelaba bajo su mirada el mismo calor por el cual él pasaba.

¿Estaba soñado?, sus orejitas descendieron apenadas mientras provocaba una agradable fricción entre sus pelvis, sus manos sostuvieron ambos sexos, el suyo en cercanía de la hombría ajena, rozándose entre sí, atendiéndolos por igual con agradable gusto. Un sueño, bueno, en esa noche tan rara aceptaría ese sueño con gusto, un desliz de la adolescencia pasada, si, así lo tomaría de vuelta como aquella oscura vez donde deseó lo prohibido.


Cuando comenzó a provocar fricción sobre el sexo del albino, escuchó la voz del ángel acariciar su nombre entrecortado, una melodía que se quebraba formando los silencios necesarios para volver aquella pieza musical aún más divina. Una, dos veces, tres veces, tuvo el placer de escuchar su nombre siendo pronunciando de una manera exquisitamente erótica, hasta que consiguió que los preciosos ojos celestiales se abrieran mostrándole el paraíso. Sintió el gentil contacto sobre sus mejillas, el seductor contacto sobre sus labios, y en el descontrol de sus pasiones desbordadas su mano ajustó con mayor fuerza la entrepierna ajena logrando entonces deleitarse aún más con la dulce voz en proceso de derretirse.

El joven se apartó de él de pronto, pensó que aquella situación lo había incomodado y buscaba escapar para no prolongar más el íntimo contacto, pero por el contrario el conejito procedió a quitarse toda prenda, dejándose completamente expuesto a ser devorado por el lobo. Él entonces terminó de desprender la bata de su cuerpo, dejándola a un lado. En instantes volvió a tener al muchachito pegando piel contra piel, suspiró suave por el placer al sentir el choque de las hombrías, al sentir los dedos ajenos atender tan hábilmente su erección, en una agradable sensación que aumentaba su apetito carnal. Las orejitas artificiales delataban el apenado sentir del portador, se veían tan reales y tiernas que realmente habían sido una buena inversión.

Se encontraban sobre el lecho en posición vertical, enfrentados, hasta que se dispuso a mover a su compañero para dejarlo debajo de su cuerpo, en un reflejo por desear imitar la escena de ensueño. –Tú y yo teníamos esta clase pendiente…-, dijo y sonrió recordando el pasado, cuando el conejito en la más pura inocencia le había preguntado la razón por la cual los apéndices animales caían. Azariel estaba en aquel entonces apenas ingresando a la brecha de edad que se denominaba la pubertad, así que decidió responderle con total sinceridad dándole una clase de educación sexual. Una memoria adorable, le había causado ternura cuando su alumno, con el rostro sonrojado y las orejitas bajas tal cual estaba en ese mismo instante, le pidió pasar de lo teórico a lo práctico.
Lo besó produciendo una exquisita mezcla de salivas, luego mojó sus dedos dentro de la boca ajena, y llevó en descenso su mano hacia la zona intima a penetrar, donde usando la saliva como lubricante pasó a hacerse espacio con delicadeza para introducir su miembro.


Cubrió la cama de nuevo, su mirada elevada no veía el cielo ni el techo, sólo podía ver el rostro de su atacante. Lo escuchó, sus labios dibujaron una sonrisa, un recuerdo fugaz que desplazó parcialmente aquella magia que sumergió su personalidad en ataduras de recuerdos, lazos que lo consumían más allá del tiempo pero aún así no era aún él mismo, pues su cuerpo seguía en la voluntad propia del deseo, un destello que conocía porque lo compartió con un ser amado allá en el pasado aunque ahora era su presente uno en una forma cambiada pero sin perder la esencia del sentimiento de querer.

El siempre fue un buen estudiante deseoso de saber, aunque, en realidad no tenía intereses sobre lo que las personas tenían, romance, noviazgo o cosas así casi no las pensaba, pero, cuando veía que la mayoría perdía sus orejas la curiosidad no faltó, así que cuestionó a la única persona que compartió con él ese hecho. Oyó atentamente, pero, en un despliegue de genuina ignorancia expresó un deseo por tener una clase práctica, en su joven mentalidad veía aquello como el único hecho para saber si había aprendido todo.

Sus orejas se elevaron haciendo que se apartara de aquellas memorias, un quejido escapó de sus labios, la sensación de aquel intruso palpitaba en su entrada. En ese momento no era inocente de aquello, lo sabía no sólo en lo teórico si no que ya lo había practicado, pero aún así era un cambio total, el calor fundió más sus mejillas. Los ojos cristalizaron sobre el esmalte de las lagrimas, una pureza rara en las personas, pero, era la pena que le daba el hecho de ser inocente, el cubrir de sus labios cuando de nuevo asaltó la voz inquebrantable del desear.

No era ajeno a la realidad que estaba pasado pues aquello ya no era un sueño, él ahora en ese instante estaba experimentando algo real, un hecho que lo permitía por ser aquella persona que estimaba con el mismo fervor con que adoraba a aquel que sólo podía estar en su memoria por una impura promesa. Dejó de cubrir sus labios aceptándolo cuando lo abrazó, y sus labios se acercaron a los ajenos buscando placer para relajarse en ese sabor que le daba la ambrosía de sus labios.
Ambos tenían personas amadas más que a su propia existencia en ese mundo, pero, ambos vivían con el dolor de no tenerlas de todo así que si debía ser egoísta esa noche lo haría, sólo con él se permitiría serlo y compartir lo deseado por las fantasías sin ningún arrepentimiento.


Se fundió con aquel cuerpo, apreciando el reaccionar que volvía su fantasía vívida… aunque incompleta. Sus labios apenas se movieron en un intento de repetir las palabras soñadas, sentía que sus sentimientos se habían vuelto caóticos dentro de aquel maremoto de pasión… No podía, no podía profesarle amor, aunque sin duda alguna podía afirmar que lo valoraba muchísimo, se estaba dejando llevar demasiado por el momento para haber considerado un instante declarar una clase de afecto diferente. –Eres… tan brillante en la cama como en otras materias…-, expresó cautivado por el hermoso mar que nacía de los ojos azules y los sonidos de aquella voz erótica que encantaba como canto de sirena.
–Tus tiernos apéndices me pertenecen ahora.-, concluyó quitando a su alumno las orejitas artificiales de la cabeza, dejándolas sobre un costado de la almohada. Cuando su hombría se sintió satisfecha, se quedó recostado junto al albino, quien no tardó en quedarse dormido entre sus brazos. Pocos minutos después, él también cedió al sueño…

El llanto de un bebé lo despertó. No, estaba entonces dentro de un sueño, el sonido se encontraba en su mente. Se levantó del lecho, en un dormitorio diferente al suyo aunque extrañamente familiar. Allí había una cuna, se acercó para atender al pequeño que lloraba. Tomó en brazos a la criatura que dejó de lamentarse solamente por aquella acción, como si lo único que lo hubiera aquejado hubiera sido la falta de contacto humano. Era un lindo conejito bebé que le inspiraba fraternidad, sentía que era su deber cuidarlo y eso haría mientras la fantasía durara…

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