Wolf-man in Love’s Song


~Ookami Otoko ga Koi o Shita~
This wolf-man is in love, his tail lit up like a lighter
This wolf-man is in love, sprinting forward proclaiming his love ("I love youuuuu!")
Dancing in the lunar stage, eternal love wolf-man

Estado: Atareada
Música que escucho: Like a Rose in The Grave of Love (Xandria)
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Endless Story: A continuación podrán leer la segunda parte del episodio titulado “Entre cenizas“.


No tuvo que llegar al edificio principal del castillo donde su majestad residía con los altos lujos de un noble, a medio camino del extenso patio donde ya no se divisaba ningún otro soldado se topó con el gobernante del territorio. Sabía que ese acto de presencia no era buena señal, percibía la furia de su señor que se denotaba en una clara expresión facial de disgusto, y sabía perfectamente la razón de tal enfado. Ambos quedaron parados enfrentados, manteniendo cierta distancia por un momento. Su amo no lo cuestionó verbalmente entonces, pero esos bonitos ojos de desprecio que se clavaban en su ser decían más que mil palabras. Duraron así pocos segundos, le debía una explicación a Ranjiv. Acortó la poca distancia que los separaba dando unos pasos hacia adelante, haciendo entrega del cuerpo que llevaba, lo posó en los brazos ajenos, aunque sin soltarlo de los propios, y acunándolo entre ambos apoyó su frente sobre la del moreno en un gesto afectuoso. –Lo expuse a un afrodisiaco, está listo para ser tomado por usted, no creo que oponga demasiada resistencia. Acéptelo en este estado como una ofrenda de mí para usted. Y disculpe si la imagen que le mostramos lo ha perturbado, créame que hago lo mejor que puedo para complacerlo, mi amo.-, expresó sinceramente, desvaneciendo la irritación de su joven lord. Sentía el cálido cosquilleo del respirar del hombre que adoraba sobre su piel, el simple hecho de compartir el mismo aire que esa persona le hacía sentirse feliz por estar vivo. Tan cerca, estaban en la posición perfecta para robarle un beso, se sentía tentado por probar esa boca y era grande el esfuerzo que hacía para mantener control de los intensos deseos que buscaban exteriorizarse más que nunca por la excitación que sentía su cuerpo por efecto de la droga.


La presencia de alguien se hizo presente, no abrió sus ojos pero aún así sabía quién era, la respuesta se daba con la tensión del cuerpo ajeno, y el ambiente mismo que se enviciaba por una mirada intensa que aún cuando no estaba fija en él podía sentirla bien, el andar continuó quedando en medio de dos cuerpos cuando se detuvo aquel que lo llevaba en brazos. No tenía aún suficiente fuerza para hacer algo, así que se mantuvo quieto como venía haciendo desde hace rato atrás.

No prestó atención a las palabras pues debía pensar en cómo salir de aquello, pero antes de que pudiera concentrarse en algo más que en el calor de su cuerpo percibió un aroma suave por la mezcla del ambiente que resaltaba de la hierba de los costado del camino, la brisa acarició su nariz con ese olor, abrió su mirada nublada por aquel efecto que había tratado de ocultar, y siguiendo la presencia de aquel destello miró el corte, se relamió sus labios pues aún cuando no quisiera tener nada de ese hombre sus instintos nublados le hacían perderse en el jubilo de desear saborearlo.

Debía alejarse su leve consciencia despierta, debía apartarse antes de que cayera tentado por eso, pero aunque buscó empujarlo su fuerza era mínima, así que sólo se apegaba al otro cuerpo del que había sido el descarado en llevarlo con su peor enemigo. No podía más, su mano subió a rozar aquella mejilla con leve carmín, y sus uñas rozaron el corte alagado antes de jalar la piel herida para que brotara más de aquel precioso carmín que lo enviciaba, y lamió sus dedos ya teñidos, deslizando su lengua húmeda sobre cada rastro que dejó.


Cuando vio a su sirviente supo por la dirección en la que se dirigía que planeaba llevar a Kyrus dentro del castillo, así que optó por guardar silencio antes de decir algo cortante a quien solamente había intentado trabajar correctamente. No podía culparlo por haber sido degustado por el vampiro, el rubio lo había tomado incauto con ese ataque, y aún así los celos contaminaban su ser provocándole deseos de castigarlo por acercarse a su obsesión amistosamente, aunque hubiera actuado con las intenciones más inocentes. Al recibir el cuerpo adorado y escuchar lo que Caesar tenía por decir, grata fue la sorpresa y cambiando su humor pensó que por el contrario debía premiar de alguna forma especial al astuto lobo.

Sintió de pronto la mano de Kyrus sobre su rostro, el toque comenzó como una suave caricia que no tardó en convertirse en un desgarre que abrió más la herida causándole dolor, lo que no tomó como ofensa, por el contrario, mayor fue su alegría al verlo saborear con deleite su propia esencia escarlata como si se tratara de un gran manjar. Contempló cautivado la sensual imagen, deseando sentir esa lengua que coquetamente deslizaba entre dedos sobre el corte. Permaneciendo los brazos de Caesar aún como soporte del cuerpo de Kyrus, desocupó la mano con la que sostenía las piernas del rubio pasando a meterla debajo de la falda del camisón, comprobando los efectos del afrodisiaco al sentir el miembro viril ajeno erecto, jugó con sus dedos provocando esa zona antes de disponerse a llevarlo al dormitorio.


El sabor de aquel carmín era dulce, unos de sus mejores gustos, aunque claro que tenía también sus reservas, la mayoría de sus años se la vivió probando sólo el de su esclavo, no pudo evitar nuevamente invocarlo en su mente, no, en realidad él siempre estaría en sus pensamientos pues fue su mejor obra, maldecía el hecho de que se hubiera permitido morir antes que él.

"Kysley", si, nunca dejaría de decir aquel nombre porque era su venganza o su recuerdo, en realidad no importaba, ese nombre sería dolor, uno que no dejaría de implantar hasta no ver a todos los que arruinaron sus planes aplastados. -Ahm...-, sus labios dejaron escapar su voz sin poderse contener ante esos roces que pusieron más en evidencia el calor de su cuerpo, la sensación de excitación que no dio tregua por ninguno instante, la consumación de la lujuria que buscaba una calma aunque se resistiera, movió sus piernas en afán de evitar más de esos toques.

Volvió a estremecerse esta vez aforrándose al cuello que deseaba estrujar hasta dejarlo sin vida, pero su fuerza en ese segundo eran mínimas, por lo cual sólo era sostenerse de él para calmar la “angustia” de su cuerpo consumido por el afrodisíaco. Desvió la mirada hacia el corte donde aún brotaba el carmín a su causa, así que lamió lento, y chupó para consumir aún más para que no se detuviera aún ese fluir.


La expresión de su amo terminó de transformarse por completo ante el acto del rubio, ante un gesto por el que muchos harían una mueca de dolor, el moreno por el contrario parecía haberlo disfrutado. Sintió como el cuerpo que llevaba en brazos se estremeció de placer por el ataque de su señor sobre la zona erógena, anhelando entonces sentir el mismo contacto sobre su propio miembro que también necesitaba ser atendido. Su mirada se había fijado sobre el camisón que no le permitía tener visibilidad de la invasión, pero donde percibía el movimiento de la tela provocado por la mano inquieta del moreno haciendo fricción en aquella intimidad, luego notándose un ajetreo mayor cuando el invadido en un intento de evitar la conquista agitó inútilmente las piernas. –A… Amo… Espero sepa disculpar mi atrevimiento, hay algo que me gustaría pedirle…-, hizo una breve pausa al hablar rompiendo aquel punto de contacto visual cuando Kyrus rodeó con los brazos el cuello de Ran y comenzó a lamer la herida. Bien, era más fácil que su lord aceptara cumplir su petición cuanto más conforme se sintiera con la pasión que había desencadenado su labor. -Como maestro me complacería que mi alumno sea esta vez quien me dé una exposición sobre cómo hacer el coito, ¿me otorgaría el honor de verlo?, preguntó esperando que su amo estuviera dispuesto a concederle ese deseo, sin causarle demasiada incomodidad y disgusto.


Se deleitó al sacarle un leve gemido, quería escuchar más de esos suspiros sensuales, y más intensos, pero su adorable mascota claramente se esforzaba por retener esos encantadores sonidos. Su gatito, porque para él seguía siendo uno aunque no presentara más las tiernas características animales, movió las piernas en un débil intento de evitar sus caricias, pero oponiéndose al deseo de la voluntad de este, o quizás mejor dicho siguiendo el verdadero deseo lujurioso que reclamaba aquel cuerpo caliente, no se detuvo. Fue abrazado inesperadamente, sintió esa lengua recorrer la piel de su mejilla que dejó de estar húmeda por la sangre para pasar a estar húmeda por la saliva ajena, pasando entonces a estar de júbilo porque su obsesión había optado por aferrarse a él pudiendo haber elegido al soldado que se encontraba junto a ellos.
Escuchó el pedido de Caesar, fue entonces cuando quitó su mano de la intimidad para posicionarla debajo de las pantorrillas del rubio para cargarlo y apartarlo de ese hombre. Sentía entonces una mezcla de emociones, aunque la alegría seguía siendo dominante, escuchar esa petición no le cayó en agrado. Había sido un error provocar a Kyrus delante de ese lobo, le había dado una pequeña muestra del show haciéndole desear ser espectador de lo más interesante de la violación.
Sería condescendiente por esa vez, se lo permitiría como pago por el buen trabajo, como lo estimaba podía ser más paciente que con otros tantos que atreviéndose a pedir algo así serían aniquilados, y en definitiva… podría ver pero no tocar, si tanto le gustaba su mascota se la presumiría bajo su cuerpo en un acto posesivo, que lo envidiara. Esa excusa del maestro queriendo supervisar al alumno le resultó un chiste. –Siéntete afortunado, el último que insinuó una cosa como esa fue decapitado. Te daré el privilegio, síguenos…-, dijo dándole la espalda para comenzar a caminar en dirección al interior del castillo. Volteó al sentir que su esclavo se había paralizado. -¡Vamos!, no te quedes allí parado, ¡camina antes de que me arrepienta!-, le dijo mostrándose molesto por el tono de voz, y retomó el camino.


Decidió perderse en la sensación de aquel carmín sobre su paladar, el ir saboreando, mientras su voz moría sin dejarse escuchar aún cuando aquella mano siguiera explorando a costa de su protesta. Oía lo que decían aquellos dos, pero evitaba prestarles atención, oyó la petición de ese hombre y la respuesta del otro.

-Cobarde.-, Mencionó con magia para que sus palabras sólo se escucharan por el subordinado, y es que él estar tranquilo en parte era por la causa de esa droga, pero también porque no era tan tonto en hacer un ataque así de pronto cuando utilizó mucha energía en el hechizo anterior, aunque su recarga iba creciendo con su descanso, y podía distraerse con ir saboreando aquella esencia.

Volvió a quedarse quieto, sus mejillas sonrojadas, y sus labios entreabierto soltando pequeños suspiros, se había excedido saboreando aquella esencia que por sí misma era placentera para él y ahora más con la combinación de algo que era un afrodisíaco.


Aunque fue admitido, percibió que su petición había vuelto a despertar cierta irritación en el moreno. Lo que quería era deleitar sus sentidos siendo espectador del acto sexual protagonizado por su recientemente debutante señor, aunque por el reaccionar de este era evidente que fue mal interpretado su deseo. Era obvio que Ran estaba molesto porque pensaba que él sentía atracción por el prisionero, tan obsesionado estaba que creía que todos querían robarle el tesoro, y al ver ese tesoro como lo más precioso del mundo ignoraba poder ser la ambición de alguien.

Escuchó la vocecita que lo acusó por cobardía. Ciertamente no se dejaba lucir como atrevido lobo para con Ranjiv, se contenía actuando como el perrito más obediente… Temía pasarse de la raya, estar pretendiendo demasiado de esa persona que veía como inalcanzable, y que al hacerse evidentes sus verdaderos sentimientos se arruinara la amistad que le era tan valiosa. Ese hombre era ante todo su rey, pero en ciertos momentos de intimidad la diferencia de status se borraba conectándose ambos de una manera más familiar.

Se apresuró en seguirlo ante la orden dada, manteniendo cierta distancia. Lo veía de espaldas, le era extraño sin cola y orejas de león, se preguntó dónde se encontrarían guardados esos apéndices, si era que no habían sido dañados. Lo más tradicional era hacer intercambio con la pareja, pero seguramente el prisionero no tenía ni un mínimo interés en conservar las orejitas de aquel que lo había violado, así que las quería poseer él…


Contempló a la belleza que llevaba en brazos, encantado por las lindas reacciones que ese cuerpo presentaba: la blanca piel coloreada por la pasión y ese suspirar que se traducía en deseo, eran su propio afrodisiaco. Impaciente apresuró el paso, al llegar al dormitorio que había sido restaurado recostó con delicadeza en su cama a Kyrus, tan dócil sin necesidad de ser atado.

-Ayúdame a desvestirme, Caesar.-, ordenó, la casaca dorada que llevaba puesta iba prensada en la espalda por lo cual le era imposible quitársela solo. Su sirviente le ayudó, y una vez libre de aquella prenda le indicó que mantuviera cierta distancia de la cama mandándolo a sentar sobre una pila de almohadas.

Se quitó los zapatos y pantalones de seda rojos, y la ropa interior, quedando completamente al desnudo. Subió al lecho, quitó la única tela que cubría el cuerpo de su amante, y ubicándose sobre este buscó besarlo en la boca, quería besarlo de una forma que no había besado antes, siendo que esa boca sensual se encontraba entonces libre de mordaza y manteniéndose entreabierta al suspirar, era una deliciosa invitación.


La suavidad de la cama lo recibió con lentitud al ser dejado allí por aquel hombre que planeaba deslizarse a través de su cuerpo, el roce de las sabanas le hacían un cosquilleo en virtud de la pasión anunciada, y apenas se movió sobre aquel lecho en su estado débil con su sangre en ebullición, los minutos eran segundos para el porqué no tardo nada en tener ese cuerpo ajeno sobre el suyo desnudo a su vista e igualando sus condiciones.

En el momento le permitía admirar su cuerpo, y seguiría aquel juego en su propia calma necesitada, pero era más como una burla hacia aquel esclavo que no se atrevía ni poco a tomar lo que deseaba, esa debilidad de los plebeyos era algo molesta. Correspondió aquel beso dado, saboreando el calor de la caricia del aliento ajeno que se mezcló con el suyo propio, en una involuntad rodeó el cuello del moreno acercándolo más a su cuerpo febril.
Fricción, roce, buscaba una calma contra el otro el cual sería su salvavidas temporal, le hacía notar su excitación al ir pegando su pelvis, suspirando silenciosamente entre el beso, y mordiendo para sentir mucho más.


Ingresó a la alcoba de Ranjiv, ese recinto sagrado que consideraba una de las habitaciones más magníficas del castillo. Predominaban el rojo y el dorado, esos colores que a su parecer describían tan bien al dueño del lugar; granate símbolo de peligro y fortaleza, así como también del deseo y el amor; majestuoso oro símbolo de las riquezas y el poder. Por los vitrales de león entraba atenuada la luz natural del exterior, candelas con forma de loto se posaban sobre los muebles para alumbrar con su fuego. La cama con dosel daba para él espectador la ilusión de ser un escenario con telón abierto, uno donde lamentablemente no podía actuar.

Ayudó a su amo a quitarse la prenda superior, así como le agradaba la forma en la que mandaba a vestir las habitaciones, también le gustaba el estilo de vestimenta que portaba, ropas por lo general llamativas por formas y colores que lucían maravillosamente bien haciendo juego con la belleza de tal portador. Quitó la brillante casaca aprovechando para rozar más de lo realmente necesario esa suave piel morena, terminado ese trabajo recibió la indicación de ocupar lugar sobre una pila de almohadas desde donde pronto tuvo la vista de perfil de los amantes. El rubio reaccionaba mejor de lo imaginado, aunque estuviera intoxicado aquel cuerpo con una droga que exaltaba el deseo carnal la resistencia que había impuesto más que mínima resultó insignificante. Ver a su lord desbordante de tal pasión le daba placer, el estimulo de aquella seductora escena intensificaba el fuego que había encendido la chispa del afrodisiaco en su cuerpo… Desabrochó el pantalón y deslizó la mano agarrando su miembro para encontrar en su propio contacto el consuelo que no podía reclamar del otro…


Su obsesión ya no oponía resistencia, cedía en la batalla que se libraba en la cama volviéndose el acto una conquista pacífica a diferencia del primer asalto. El rey de fuego lo había conquistado involuntariamente, involucrándolo en una guerra de amor en la cual usaría todas sus armas de seducción para hacerlo caer rendido una y otra vez. El cuerpo ajeno reclamaba ser poseído formando una atracción mutua que desencadenaba la mayor alegría en su ser, estaba siendo correspondido por aquella persona que se había convertido en la razón de su existencia. En ese momento no era repelido, esa persona que tanto admiraba se aferraba a él exigente. Su adorado lo abrazaba, lo fundía en un beso apasionado, se pegaba a él haciéndole sentir que en el contacto los dos cuerpos ardientes podían derretirse volviéndose uno. –Te amo, mi rey de fuego...-, expresó al interrumpir el dulce beso. Desprendiéndose de aquellos brazos comenzó a moverse en descenso sobre el cuerpo adorado, recorriendo con sus labios el torso desnudo de su amante hasta desembocar en el miembro viril erecto que chupó, quería saborear mucho más de aquel exquisito hombre. Mientras estimulaba esa zona con la boca, pasó sus dedos sobre el área a penetrar con delicadeza, esperando que el rubio no lo rechazara como reflejo por la experiencia pasada. –Seré gentil esta vez…-, dijo al desocuparse su boca tras la degustación del semen ajeno, y con cuidado lo penetró, dejándose sentir en aquel interior en un placentero vaivén que su hombría disfrutaba.


Ocultaba su mirada tras sus parpados dejando esa suavidad dorada volverse secreto para el otro, los besos que iba extendiendo por su piel era una sensación deliciosa que no podía dejar de saborear entre suspiros, estremecimientos que erizaban su piel que estaba pintada de suave tono carmín por la fundición de aquella temperatura que consumía desde el interior a su cuerpo.

Su cuerpo se tensó en reflejo cuando aquel dedo rozó su entrada, se movió en un instante por alejar ese contacto, pero luego le permitió continuar cuando de nuevo se olvidó de lo vivido, pues aquella boca le estaba arrancando la consciencia, pero por ello mismo sus labios soltaron aquel nombre que adoraba. -Kysley-, Era un nombre que el mismo creó para aquel que fue su mejor juguete. Rasguñó la sabana que acariciaba su piel escuchando el leve crujír de este bajo el roce de sus uñas finas, y en busca de no tocar más se enterró más hacia la cama.


Aquella escena se le figuraba como una alegoría de un depredador y su presa: Percibía a su amo en aquel acto de lujuria como león dominando y devorando a aquella víctima del placer carnal, las sábanas de seda brillante carmesí parecían representar la sangre derramada. Sintió su cuerpo estremecerse cuando el semental comenzó a degustar el falo, deseaba sentir la humedad de aquella boca y las caricias de aquella lengua sobre el suyo, frustrado se frotó con mayor intensidad buscando descargarse. Al presenciar la penetración su anhelo de interferir en aquel escenario se intensificó, quería satisfacerse poseyendo el cuerpo del moreno, darle la experiencia de penetrar y ser penetrado al mismo tiempo.

Escuchó al rubio pronunciar el nombre de otro, ese nombre que nunca antes había escuchado en boca de Ranjiv porque siempre había hecho referencias llamándolo de maneras despectivas. El ambiente de pronto comenzó a sentirse frío, la habitación perdió en gran parte los colores vivos al teñirse del color de la nieve, la llama de los lotos se apagó volviéndose un lugar más oscuro. El rostro apacible de su lord se transfiguró, así como también se transformó el tono de voz dulce.


La ira se apoderó de él, haciéndole perder el control sobre su magia que se activó en un acto de involuntad como exteriorización de su sentir. Ese nombre pronunciado era un conjuro que congelaba su corazón, y esa frialdad emergió de lo más profundo de su ser transformando el ambiente en hostil. –Mírame, soy yo el que te da placer.-, dijo con un tono de voz adverso al que había utilizado para transmitir hace instantes palabras de amor, tironeando los cabellos dorados exigiéndole abrir los ojos. -¿Necesitas que te recuerde qué pasó con ese hombre?-, preguntó dibujándose en su rostro una sonrisa maliciosa. –Sombras danzan en tu cabeza trazando una pesadilla cruel, yace la cordura pudriéndose en una siniestra alucinación…- pronunció el hechizo para ser percibido por el prisionero como grotesco muerto viviente. Tomó la última imagen que Kyrus tenía de Kysley en la memoria, mostrándose entonces como ese cadáver que había manipulado en el campo de batalla, con el cuello tajado y los ojos perforados, dejándole sentir el olor a carne podrida que emanaría de aquel si realmente pudiera estar presente.


El calor de su cuerpo fue acariciado por un frío congelador que llenaba el ambiente, y el punto de partida de aquel desliz tan opuesto a sus sentidos era ese hombre que estaba tan cercano a su cuerpo que podía percibir su dolor, un sentimiento encantador que no le causaba ninguna pena, al contrario, adoraba saberlo lastimado, estaba más que encantado de haber logrado ese sufrir en aquel hombre o de otra forma no podía ser feliz con ello.

Apretó sus parpados aún más cuando le oyó reclamar, porque no pensaba abrir sus ojos, una muestra de que no dejaría de pensar en aquel otro hombre, un esclavo que favoreció a permitirle tocar su cuerpo y el mismo darle atenciones especiales, aún cuando su cuero cabelludo dolió siguió sosteniendo su postura, no fue hasta que escuchó el hechizo que abrió la mirada.

-¿Crees que con eso me harás olvidarlo?-, cuestionó de una sola vez tras oprimir su aliento tras una bocanada para no perder el habla en titubeos, la sensación de hormigueos vivientes aún estaba en su cuerpo sin importar la lucha de temperaturas. -…No pasara… Él siempre estará entre los dos…-

Le acarició el rostro viendo aquella imagen muerta en su lugar. -Es el único que me causa placer… No necesita de nada para que grite su nombre, y tu sin embargo desde el primer día lo hiciste parte de mi cama…- Se acercó a esos labios partidos y secos, los acarició. -Vivirás con ello para siempre.- Lo besó en la ilusión del otro, y en ese momento revivió su fuego absorbiendo toda la ilusión borrándola así como hacer de aquella habitación un infierno aunque fue momentáneo pues aún no estaba de todo recuperado.


Escuchó aquellas palabras como armas filosas dirigidas a su amo, quien sin poder fingir rigidez reaccionaba incontrolablemente de una manera tan sincera dejando en evidencia el sufrimiento que le provocaba.
Se protegió con su magia cuando las flamas se dispersaron alrededor del lecho hacía su ubicación, para no ser abrasado. El fuego del cautivo demonio se extendió por la habitación dándole al pálido ambiente un intenso brillo que al apagarse dejó visibles las superficies teñidas de opaco.

Aprovechó la perdida de armonía para interferir, sigiloso como lobo acechando a su objetivo, se coló sin invitación a aquel escenario volviéndose actor, en un intento de confortar a su gobernante herido, él compensaría el amor que el otro no podía darle. Fue desapercibido en el acercamiento hacia la cama, hasta que estuvo sobre el cuerpo del moreno haciéndole sentir su calor. -Ranjiv…- pronunció ese nombre que para él si era valioso, en un delicado tono afectuoso que el otro no estaba dispuesto a profesar. Adivinando que no tardarían en brotar las lágrimas de su majestad, posó su mano como una venda sobre los ojos multicolor por donde se derramaría el dolor del amor, robándose así con recelo aquellos cristales preciosos que estaban dedicados al prisionero. –Continúe, déjese sentir mucho más… Descargue su dolor haciéndole el amor... -, le susurró motivándolo a no detener la invasión, el moreno retomó entonces las estocadas con más fuerza que antes, él permaneció detrás manteniendo ocultos los ojos que reflejaban debilidad, como soporte que brindaba apoyo. Tenerlo desnudo debajo suyo dejándole sentir ese movimiento sensual rozándolo estaba haciendo aflorar su instinto animal que le exigía unirse al acto sexual, sentía perder el autocontrol en la lucha por mantener disciplina con su superior. Resultándole demasiado irresistible en esa posición, acarició con sus dedos la parte trasera de quien tenía adelante en un desliz por buscar la zona a penetrar…


Invocó aquella forma para recordar al prisionero la agonía de aquel ser querido como una tortura, pero acabó repercutiendo en sí mismo, pues el sentimiento inspirado a Kyrus no fue el del terror sino un estoicismo reflejo de un amor que le daba fortaleza y a él lo destrozaba. La figura de ese esclavo incluso si aparecía en la más terrible pesadilla parecía ser un hermoso sueño para su amante.

Había pasado por duras pruebas en el largo camino por superarse y estar al nivel de la persona que admiraba, pero el duro carácter que había forjado se retorcía ablandándose cuando el rechazo de su adorado remetía contra él. Sintió el dulce beso que estaba dedicado al otro, jamás volvería a tomar la forma de ese ser. El calor de las llamas hizo desaparecer el crudo invierno que su sentir reflejaba en la habitación, y recuperó ante los ojos dorados su imagen original al desprenderse de la suavidad de aquella boca. Parecía que todo iba tan perfecto, que la interferencia de ese maldito fantasma que trascendía en la mente de su amado le resultó más dolorosa que en su primera vez. La inestabilidad emocional que se había expresado a través de su magia de pronto quería brotar en forma de lágrimas por sus ojos, apenas comenzó a borronearse su visión siéndole el lamento incontenible cuando sintió a Caesar en su espalda llamarlo y aquella mano se cruzó sobre su mirada como un pañuelo que buscaba absorber sus lágrimas. Estaba tan compenetrado en Kyrus que por un momento había olvidado que ese hombre se encontraba presente en el dormitorio, lo escuchó alentándolo a continuar el acto… Tenerlo detrás le resultaba algo incomodo, pero lo dejó estar sintiéndolo como una contención. Su miembro continuaba en el interior del prisionero, retomó el movimiento aunque tuviera que volver a sufrir siendo llamado por ese nombre que odiaba, quería escucharlo gemir mucho más, terminar de descargar su hombría llenándolo con su esencia… De pronto un roce inesperado, pateó hacia atrás buscando apartarlo. –¡Estúpido perro en celo!, ¡lárgate afuera antes de que te mate!…-, le gritó.


Una sombra se dibujó en su mirada notándola más cerca hasta darle nitidez en aquel hombre que los había acompañado desde el principio, lo veía allí cubriendo el dolor de aquel que deseaba convertirse en su dueño pero sería un acto que jamás permitiría. El dorado de sus ojos atravesó a aquel intruso, le importaba poco que ese deseara al otro, y si se veía en algún momento correspondido tampoco interesaba, pero que le ocultara el dolor de su víctima jamás lo aceptaría.

En un instante se vio ceder a su impaciencia en casi invocar su hechizo, pero negó en sus pensamientos. Cerró su mirada, no era necesario hacer ninguna ejecución, era mejor hacer lento, idear un plan perfecto para una pequeña venganza por aquella impertinencia. Sólo podía sentir felicidad a causa del sufrimiento del otro, la muerte del inocente, la calidez de la lagrimas, era la única forma de sentir alegría, él no caía en la estupidez de ilusiones de amor, una cosa que le enseñó su padre pero que sin duda mejoró.

Mordió su labio ahogando su acortado respirar, si le había suprimido la ilusión de ver su dolor, él mismo podía ocultar su voz, contenerlo en su pecho, en el morir de su aliento, en la sofocación vivida de ir deteniendo su corazón cuando el roce de esa hombría era en un buen punto placentero, el cuerpo engañado se entregaba estrechándose para aprisionarlo más, para recibirlo más en su ser al ir absorbiéndolo en su tensión.

Abrió la mirada cuando vio como era rechazado el otro, se relamió los labios, lo malo con los fieles sirvientes era que nunca hacían más de lo que se les pedía, aunque eso era a la vez entretenido. Varios días había dejado a su juguete con el mayor de los calores y este sólo daba un paso atrás si no le permitía más, era exquisito ver eso pero también le provocaba molestar más para ver si un día lograba un deseo que fuera contra de su orden.

No le importaba la discusión de esos dos, su cuerpo afiebrado era más delicioso para sí mismo, sus manos deslizaron por los corte de sus finos rasgos, los músculos levemente marcado que dejaban ver el entrenamiento que tenia pero al tiempo le borraba la virtud de fuerza, era más un desarrollo de músculos para dejar su cuerpo delicado visualmente para engañar a sus enemigos de que sólo fuera alguien digno de crear estrategia y nada más.


Por diversas razones ya no participaré más en este foro, así que el capítulo queda incompleto, pero cuento resumidamente lo planeado para el cierre. Caesar abandonó la habitación tras el disgusto de su amo. Después del sexo, Ranjiv entregó sus orejitas de león (las que perdió en el episodio anterior) a Kyrus, si este las conservó o las quemó quedó en misterio para el moreno. Más tarde el soldado se presentó ante el trono de su rey expresando en palabras sus más sinceros sentimientos y entregó a este su espada para que le diera muerte como castigo , pero fue perdonado.
Claro que el pasado de los antiguos daba para varios episodios, que tampoco serán escritos. Hechos de la primera vida de Ranjiv y Kyrus son recordados en capítulos donde poseen los cuerpos de Masamune y Engel, pero explicó un poco mejor para que quede más claro, pasando a contar un capítulo avanzado en la historia.
Ranjiv estableció un compromiso con una mujer llamada Sigrid Lundgren, para dar celos a Kyrus. Sigrid tenía interes en la fortuna y tierras de la familia Kadar, y pensó que el moreno aceptó porque le convenía forjar una alianza con la poderosa familia Lundgren.

Ranjiv planeaba disfrutar por un momento de la reacción de celos de Kyrus, dejando en evidencia ante todos los invitados los sentimientos de este y entonces, sin importarle la opinión de los demás por decidir casarse con un prisionero de guerra, llamar a aquel que realmente amaba para que tomara el lugar como su pareja en el altar... Su plan no salió como quería, el rubio lo mató antes de que revelara que esa mujer no era realmente con quien planeaba casarse. En su agonía, Ranjiv descubrió que su novio estaba embarazado. En cuanto a Sigrid, el amante celoso la atacó con fuego y fue salvada por uno de los invitados, sobrevivió al ataque gracias a esa persona, pero quedó con severas lesiones de quemaduras en varias zonas del cuerpo (solamente su difunto compañero de nombre mágico hubiera podido curarla por completo).
Kyrus quedó como dueño de aquellas tierras. Caesar le sirvió hasta el último día de vida, también cuidó del hijo. El soldado se encargó de hacerle saber la verdad detrás de aquella boda, pero sus palabras fueron tomadas como mentiras para encubrir una traición.

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