Caesar Unrequited Love’s Song


~Ookami wa Akazukin ni Koi wo Shita~
Are there, it's fine If this isn't called love, then there needn't be words
Ah, no matter how I think it through, the ending won't change
I wanted to touch, I wanted to talk, to tell the truth
Countless times I made my wish to God, but sadly, sadly, we're the Wolf and Red Riding Hood
Wanting to comfort the crying you, my stretched arm is shaking
I love you, I wan't to embrace you... But, I can't do that!
So, I'll just be waiting, until you run out of tears...

Estado: Floja
Música que escucho: 20 de enero (La oreja de Van Gogh)
Download: Nada...

Endless Story: A continuación podrán leer la primera parte del episodio titulado “Entre cenizas“. En este capítulo se introduce un nuevo personaje manejado por mi, Caesar.


En la oscuridad estuvo sumergiéndose, sólo sintiendo el frío de la vida, en un punto dejó de luchar por atraer su calidez, ya no era importante verse rodeado por ella, y si en la prisión falló en su intento de ceder a la muerte en ese instante podía lograrlo, aunque cuando llegaban esos pensamientos volvía el deseo por vivir. No, era más bien la sed de la venganza, aún tenía que destruir a muchos, a todos aquellos que lo traicionaron.

Fuego, sangre, y destrucción, eso era lo que necesitaba. No importaba a cuantos inocentes debía destruir antes, lo haría. El fuego empezó a rodearlo, las llamaradas eran en un tono anaranjado haciendo de ellas lenguas que iban acariciando cada mueble opacándolo en la oscuridad del carbón hasta volverlo cenizas.

¿Dónde estaba?, se cuestionó al abrir sus ojos viendo ese desconocido lugar. No importaba que sitio fuera si igual iba a ser quemado, buscó una ventana, una entrada de aire para poder hacer una explosión para destruir aquellos muros y salir de allí.


Uno de sus hombres le había recomendado encerrarlo en la celda nuevamente, porque cuando despertara seguramente destruiría todo a su paso, pero no estaba en sus planes limitar a una mascota tan interesante encerrándola en una diminuta jaula el resto de su vida, suprimiendo tantas maravillosas cualidades que poseía. Lo que rompiera se repondría, los sirvientes que matara serían sustituidos, y él se sentía lo suficientemente poderoso para sobrevivir tal arriesgado juego.
Además, en ese momento lo que más le preocupaba era la salud de Kyrus. Lo había mudado a una habitación más cálida, pues los ventanales del dormitorio que habían usado esa noche necesitaron ser repuestos. Una fría celda no era un ambiente propicio para la recuperación y descanso de su amante. Habían pasado cinco días desde la fecha en la cual le había arrebatado la virginidad, su magia curativa había detenido la hemorragia y sanado otras heridas de su adorado, pero las horas pasaron y este siguió sumergido en un profundo sueño, sin emitir palabra alguna, sin dar señales de ataque, sin dedicarle una mirada rencorosa pues los hermosos ojos dorados permanecían sepultados bajo los inmóviles parpados. El cuerpo del rubio se sentía frío y el pulso débil.

Permanecía la mayor parte del tiempo junto este, impacientándose cada vez más por verlo en ese estado. Su adorado no despertaba, y eso le quitaba el sueño a él. Se sentía cansado, no solamente no había dormido la noche anterior, necesitaba comer algo. Visitó la cocina en busca de unos bocados que comió apresurado, y a los pocos minutos estaba una vez más dirigiéndose al cuarto donde reposaba su amado. Apartó rápidamente su mano de la manija de la puerta al sentir su piel quemar en el contacto. Pensó en el instante que era una buena señal, pero de pronto su alegría se desvaneció súbitamente cuando consideró la posibilidad de que Kyrus se dañara a sí mismo con las llamas hasta la muerte. Abrió la puerta resistiendo el dolor, alertado, esperando que no fuera demasiado tarde y pudiera evitar el suicidio de su amante. –¡Kyrus!-, exclamó el nombre de su obsesión ingresando al dormitorio.

Dentro de lo que parecía un infierno, encontró al poderoso demonio imponente de pie, eso le devolvió la tranquilidad. Deseó abrazarlo, pero se contuvo porque al hacerlo el suicida hubiera sido él. Su amante no parecía tener intenciones de matarse, pero seguramente desearía matarlo a él, por lo que de momento mantuvo cierta distancia.


Se levantó tras notar aquella ventana, enfocando las lenguas más intensa hacia ella, y haciéndola explotar por elevar de forma tan brusca su temperatura, consumiendo lentamente el oxigeno fue elevando aún más aquella temperatura haciendo alrededor de su cuerpo un capullo del mismo que lo protegía de su propio ataque.
Escuchó una voz de pronto. Miró con gran odio a esa persona que no sólo acabó con parte de su arduo trabajo, el hecho de haber soportado a su padre para lograr su objetivo, le había quitado también su esclavo y ahora sus apéndices, un delincuente que no merecía misericordia alguna. Deseó consumirlo a la nada, pero también había grandes desventajas, no era tampoco un impulsivo, si una vez erró con eso no volvería a pasar.

Casi una tormenta fue lo que apareció contra la pared donde alguna vez estuvo la ventana, y de forma que se ejerciera presión acabó con ella, al menos haciéndo suficiente espacio para salir por allí. Dio un salto para dejar ese lugar sin perder de todo las llamaradas, pero usando estas misma para hacerse un soporte, una especie de escaleras para no lastimarse.
Se apoyó contra la pared mareado, se dio cuenta que estaba exigiendo demasiado a su cuerpo así que hizo desaparecer el fuego pensando en un hechizo mientras se movía de nuevo debía de evitar a los guardias o mejor aún buscar hacerlos sus títeres.


Su nueva mascota había salido al patio a jugar, le dejaría tomar aire fresco y hacer ejercicio, pero no salir de los límites de su territorio. Moverse después de varios días permanecer en cama le vendría bien, consideró, aunque controlaría que no se sobrexigiera, era muy pronto para pensar que su condición fuera la más optima. La brusquedad era la forma de dominar a su prisionero de guerra, pero ciertamente se había excedido quitándole la virginidad de esa forma, debía ser un poco más cuidadoso en su accionar o sería él mismo quien acabaría con la vida de su amado.

-Ojos cubran los muros, muéstrenme los movimientos del demonio perdido.-, pronunció el hechizo decorando las paredes externas e internas con miles de retinas para deleitarse con la aventura de su amante, utilizando para recibir las imágenes un espejo que se encontraba de pie en la habitación habiendo sobrevivido al desastre. Un gran ojo se abrió en la pared que el rubio usaba de soporte, transmitiendo en el vidrio por el ángulo de visibilidad un enfoque a aquel hermoso rostro que entonces hizo una mueca de disgusto por ser captado, imagen que acarició con sus dedos. Por el momento se mantendría como espectador, cuando la situación lo ameritara intervendría. Esperaba no tener que soportar alguna escena desagradable, se reservaba el derecho de ser el único que podía intimar con aquel hombre. Si su amado tenía mucha suerte algún arriesgado se atrevería a tocarlo de manera lujuriosa y hacerle de guía por ese servicio, pues a esa altura todos sus sirvientes sabían que Kyrus era su más valiosa propiedad, y para asustarlos había expuesto el torturado cadáver de aquel que osó disfrutar de los encantos del rubio en el patio central haciendo de él un espectáculo grotesco, para que aprendieran con aquella muestra el destino que enfrentarían por tal atrevimiento.


Cerró los ojos para poder escuchar los sonidos de ese lugar, saber por dónde se acercaban los guardias. Suspiró, se sentía un poco pesado, seguro que por el tiempo que durmió, aunque no se podía dar el lujo de sentir ese pesar. Abrió de nuevo sus ojos para caminar hacia donde el silencio reinaba por el momento, aunque sospechaba que pronto todos estarían en movimiento.

Debía de encontrar algo con que defenderse, no podía sólo depender de la magia. Miró el camisón que portaba, no era de su agrado estar así, pero no importaba mientras que hiciera distancia, era mejor internarse hacia el bosque, ese lugar estaba rodeado de él así que sólo debía de encontrar un camino, era mejor estar entre las bestias salvajes que en ese castillo desconocido.

Se detuvo de pronto cuando escuchó más pasos, se pegó a la pared escondiéndose en unas de las columnas que hacían soporte a la construcción, esperando ver quienes eran los más cercanos, así conocer su ventaja para saber a quienes atacar y abrirse paso entre ellos. Vio de pronto a un par, decidió atacarlos a ellos, eran menos de los otros que se escuchaban acercar, además así podía quitarles sus espadas.


Caminaba por el patio de armas con un camarada, hablando de Ranjiv como un padre orgulloso de los logros de su hijo, como un fiel seguidor y amigo que lo admiraba, y como un romántico exaltando la belleza del implacable enamorado. Cuando utilizó la palabra “adorable” para calificar a su amo, el que le seguía el paso no se mostró de acuerdo con utilizar aquel adjetivo para definirlo, al parecer nadie más podía ver el lado lindo de Ran, y se sentía privilegiado por eso.
La noche anterior fue invitado a los aposentos de su señor, donde este le convido unos tragos a cambio de un oído amigo que lo escuchara. Ranjiv estaba preocupado porque el que adoraba no despertaba, y a él le parecía que angustiado se veía especialmente encantador, le daban ganas de abrazarlo para consolarlo, aunque aún con la confianza que existía entre ambos hasta el momento no se había atrevido a hacerlo.

De pronto recibieron un ataque sorpresa, su compañero gritó de dolor cuando recibió graves quemaduras en el cuerpo, y entonces el adversario se apoderó de la espada de este. –Es sucio atacar por sorpresa… pero como dice el dicho, en el amor y la guerra todo se vale.-, expresó al inesperado rival, sin mostrar intención de atacarlo como retribución por el daño causado, aunque si en guardia para defenderse ante otro posible ataque, su compañero se apartó a un costado buscando con magia calmar el sufrimiento. -Tú debes ser… el gatito piromaníaco de Ran Ran… He escuchado mucho sobre ti… Mira, no planeo detenerte en tu huida, pero si no soy yo, alguien… o algo… más lo hará. Debes estar cansado después de todo por lo que pasaste, déjame que te invite a tomar y comer algo para recuperar más energía. Los soldados tenemos un pequeño bar dentro de estas murallas, ¿me acompañas?, me gustaría conversar un poco contigo…


Miró el suelo, no alzó la vista porque aceptó al sol como su aliado, cuando distinguió la sombra fue que salió para atacar. Sólo invocó un poco de magia para provocar suficientes quemaduras que le hicieran estremecer de dolor, y para que soltara la espada, no debía de gastar demás. Cuando lo logró pudo atrapar aquella arma, vio al otro hombre que había salido bien parado de su ataque, pero eso no importaba, podía defenderse bien con el arma, no era un indefenso que sólo usaba magia, tenia mas conocimiento aunque nunca lo revelaba.

Alzó la ceja al escucharlo. -No tengo interés en relacionarme con el enemigo.- Batió su espada en señal de guardia, no pensaba escuchar mucho más, no tenía sentido oír cosas innecesarias. -El confiar sólo es un acto de ilusos.-

Percibió un ataque desde su espalda, concentró energía en su espada agitándola de tal forma que desprendiera rayos con la fricción contra el castillo, utilizaría cualquier material externo para no gastar magia demás, al menos eso detuvo el ataque. -Aunque si realmente quieres que vaya, mata a todos tus aliados… Se acercan aproximadamente unos diez, si quieres que vaya lo haré cuando suceda, de otra forma no tengo interés en hablar con alguien blando.-


Era el soldado de más alto rango en la armada de Ranjiv, un poderoso guerrero que había aniquilado a cientos de hombres en el campo de batalla, seguro de sí mismo confiaba que cumpliría aquel pedido sin mayores dificultades, para el deleite de aquel muchachito que tanto gozaba del derramamiento de sangre. Era consciente de que al señor de esas tierras poco le importaban esos peones, y en definitiva no serían vidas perdidas inútilmente si conseguía el resultado esperado.

-Una bestia capturada dentro de piel humana, el lobo guerrero surge en un baño de rayos de luna llena, futuro teñido de sangre fresca…-, pronunció el hechizo. El cielo claro del pleno día se pintó color oscuro, la única luz que brillaba en esa oscuridad era la de la hermosa luna, dándole a él una siniestra figura. Los contrincantes lo vieron entonces imponente en forma de lobo, uno de increíble proporción, el mágico brillo de luna creaba la monstruosa alucinación así como también funcionaba de protección, los ataques dirigidos hacia él no le causaban ni un mínimo rasguño. Se abalanzó hacia ellos, quienes presas del terror comenzaron a moverse en retirada, no dejaría escapar ni a uno solo. Engañados por la falsa imagen, los rivales creyeron ser devorados por una enorme bestia, lo cierto es que los filosos colmillos que les destrozaron la carne fueron dos espadas manipuladas por un hombre, habilidoso mago y espadachín.

-¿Contento?-, rodeado de cadáveres, enfundando sus espadas, preguntó al joven. –Cumple tu palabra y acompáñame.- dijo poniéndose en marcha, esperando ser seguido.


En su mirada se reflejó cada acto de aquel hombre, sus ojos dorados no dejaban duda a esa ilusión que engañaba a otros, y que debía de jugar también en su contra, pero no dejaba que su mente se desviara de la realidad, percibiendo el ataque clandestino de aquellas espadas, al menos podía aceptar que era bueno, pero no era suficiente para sentirse agradable en esa compañía.

Sus orejas se hubieran levantado altivas si no fuera porque ya no estaban allí, esperaba un mejor espectáculo, pero no podía esperar nada más de aquellos, la imagen podía ser de gusto pero no lo suficiente para admirarse. Batió su espada en un movimiento rápido tras avanzar contra ese guerrero cortándole la mejilla con el filo. -Un Ellwood siempre cumple sus palabras…- Dio distancia para que se moviera bajando la espada, odiaba que le recordaran las cosas, él sabía bien que decía y su palabra siempre era cumplida si era dicha con verdad.


Detuvo el paso al sentir el filo de la espada sobre su rostro. –No te enojes, lo sé. Si realmente hubiera pensado que no cumplirías, no te hubiera dado la espalda, fue una señal de confianza, no te veo como mi enemigo.-, respondió con tranquilidad, esperando que el rubio bajara el arma.

Guió al joven hasta la taberna, convenientemente en el lugar no había otros concurrentes, además de ellos dos se encontraba solamente el cantinero. El hombre le dijo que se había perdido un buen espectáculo por no asistir la noche anterior, habían quedado encantados por la presencia de una guapa bailarina. –No lo lamentes por mí, envídiame porque pasé la noche en la alcoba de una belleza.-, declaró dudando que aquella señorita pudiera igualar en atractivo al sensual moreno de ojos bicolor. El tabernero, al notar los bonitos rasgos de Kyrus, le preguntó si se refería a quien lo acompañaba. –No, no, este chico es el amante de Ranjiv.-, se apresuró en aclarar, no quería que lo relacionaran de esa forma con aquel, pudiendo algún falso rumor hacerlo perder la confianza de su amo.

Para hablar en privado eligió una mesa para dos alejada de la barra. -¡Adelante!, come y bebe con confianza, no envenenaríamos al amante del señor Ranjiv.-, dijo divertido al ver que el muchacho no presentaba intenciones de degustar los platillos y el licor servidos. -Es un placer finalmente poder conocer al famoso Kyrus Ellwood del que mi amo tanto me ha hablado, yo soy Caesar Romanisio, también conocido como “El lobo de Kadar”.


Las palabras podían sonar bien, pero los humanos eran mentirosos por naturaleza, y en caso de decir verdad era porque deseaban algo, no le importaba negociar, pero le fastidiaba el hecho de que dejaran comentarios demás. Siguió sus pasos sin ir atrás, tampoco adelante, iban en el mismo ritmo por igual, pues no le tenía confianza como para darle la espalda y no era nadie importante como ir atrás de él, lo único que quedaba era ser igual, aunque lo viera como un simple gusano.

Casi sintió nauseas al escuchar sobre una mujer, repudiaba ese género más que cualquier cosa en su vida, aunque al menos ahora esa mujer ya se encontraba muerta, sonrió recordando la forma fría en la que murió, el ver deforme su rostro el cual tanta vanidad le causaba. Su cuerpo se rodeó de fuego cuando escuchó aquellas palabras, y no quemó nada a pesar de ello porque sólo era una señal de advertencia. -No soy amante de nadie, y si alguien repinte de nuevo esa estupidez su muerte no será nada comparada con el infierno que le haré vivir antes.-

Se apartó de aquel espacio viendo ese lugar reservado para la conversación, alejando las lenguas de fuego de su cuerpo, y allí vio la comida servida, arqueó la ceja escuchando sus palabras. Un látigo de fuego rodeó el cuello de aquel hombre que nuevamente soltaba viles palabras, y estrujó suficiente para sofocarlo en la experimentación de la dolencia solamente, le dejó un cardenal antes de soltarlo. No comió, no veía con agrado lo que estaba servido.

-¿Qué es lo que desea?-, cuestiono directamente, cruzó la piernas. Primero esas ropas que portaba no le gustaban; segundo odiaba estar en lugares así, por lo cual no deseaba entrar en rodeos. -No confío en que sólo por su curiosidad de conocerme me haya traído aquí así, que hable claro.-


Sintió la presión sobre su cuello, la resistió sin hacer intento alguno de librarse, esperando que no tardara en calmarse para no tener que entrar en conflicto. Al ser liberado acarició la marca que ardía, aplicando en aquel contacto su magia curativa, borrando la herida. Al muchachito realmente le fastidiaba el titulo de amante de Ranjiv, pero lo acostumbraría a ser llamado así, eso era. Lo envidiaba, pero sin sentirse resentido, no veía a ese joven como un rival, por el contrario, lo valoraba porque era importante para su señor.

-¿Qué deseo?, lo único que me interesa es complacer a mi amo… Estoy interesado en ti principalmente porque eres lo más valioso para él. ¿Por qué no aceptas que tu nuevo lugar está junto a Ranjiv? Él ha llegado a donde está motivado por ti, eres su adoración… Debiste verlo llorar cuando se te declaró y lo rechazaste, fue muy tierno.-, respondió dándose la licencia de mencionar aquel hecho del pasado ya que su gobernante podía verlos pero no escucharlos, seguro lo mataría si se enteraba. Consideraba que las personas no solamente podían encantar por sus fortalezas, también por sus debilidades, por eso mencionó el lado sensible de su amo. –Discúlpalo por haberte tratado con rudeza, realmente se preocupó por ti cuando no despertabas.

En el ambiente comenzó a hacerse más presente el aroma a jazmín y almizcle del incienso afrodisiaco. El cantinero no se encontraba más en el lugar, había sido quien se encargó de encenderlo. Tal como lo había planeado, presentar a su acompañante como el amante de Ranjiv había sido la señal para que ese hombre se encargara de colocarlo. Era cuestión de mantener al joven en ese ambiente el tiempo indicado para que surtiera el efecto deseado.


Vio a Kyrus ir al encuentro de una pareja de guardias, no solía retener nombres de sus soldados, pero uno de ellos en particular había logrado destacar y lo reconocía como Caesar Romanisio. Como era de esperarse de su lobo guardián, no cayó ante aquel ataque, si sufrió el compañero. Kyrus le parecía más sorprendente aún, considerando que no había hecho movimiento en días, tampoco alimentado propiamente, se lo veía bastante vigoroso.

Le resultó curioso cuando su sirviente atacó a los suyos, se preguntó que estaría planeando. Si hubiera sido otro guardia, hubiera pensado en primer lugar una traición, que pese a sus órdenes pretendía ayudar a escapar al prisionero, pero en ese hombre confiaba. Como se encontraba en un escenario diferente, el hechizo de Caesar no afectó a sus sentidos, lo vio en el espejo siempre en forma humana, aunque adivinaba por las expresiones de terror de aquellos inútiles que magia había usado.

Más extraño aún le resultó ver a su obsesión acompañando a Caesar a la taberna, esos dos juntos era una combinación extraña. ¿Acaso aquel hombre había persuadido a Kyrus montándole aquella matanza como espectáculo?, consideró intentando deducir la conexión entre las escenas. Cuando esos dos se sentaron compartiendo mesa, pensó que su sirviente atento a la condición del recién despertado había decidido proporcionarle los alimentos y líquidos necesarios, pero el rubio se veía negado a probar lo servido. Se encargaría luego de que en el castillo le sirvieran un banquete que pudiera apetecerle más. Quería saber de que hablaban, tenía una técnica para verlos, pero no para oírlos.


-Ese "titulo" no es nada para mí, me es completamente irrelevante lo que otros deseen.-, declaró sin más rodeos, no tenía intensión en aceptar aquella nominación ya que aborrecía que su nombre estuviera relacionado con algo como si fuera inferior, no, eso no lo aceptaría nunca, menos porque ese hombre fue parte de la caída del reino de su familia.

Lo miró a los ojos. -Si tanto honor ver en esa dominación ¿por qué no lo adopta?-, esperó una respuesta de ese hombre, un aroma suave que se mezclaba con esencia de flor llegó a su olfato, su nariz se arrugó, pues era un tanto molesta, esa suavidad en el ambiente, la frescura era levemente conocida, sus sentidos no estaban a cien por cierto por lo que tardó den darse cuenta exactamente de qué se trataba.

Se levantó de golpe, aunque eso le hizo sentirse mareado por la falta de alimento, su visión se oscureció, buscó apoyarse en la mesa unos segundo antes de clavarle la mirada con enojo. -Veo que tiene tan poco honor como su amo…- Recitó un hechizo silencioso haciendo que aquellos hilillos de humo que desprendía desde el incensario se enrollaran alrededor de los brazos y pies de aquel hombre.

Deseaba atacarlo, pero su cuerpo no podía dejar de estar resentido por la falta de nutrientes en todo ese tiempo que estuvo dormido, además de tener agotamiento por la magia utilizada tan severamente, y sentirla aún ajena a su cuerpo, eso le estaba ayudando a sentirse influenciado por aquella droga exterior.


El rubio respondió como si le leyera la mente, o quizás era porque su deseo era más evidente de lo que imaginaba. Sus compañeros soldados parecían no sospechar que deseaba involucrarse con Ranjiv románticamente, creían que su devoción se limitaba a la de un fiel servidor. Incontables veces había soñado con devorarlo, cuando se masturbaba pensaba en él, y prefería evitar tener sexo sin amor de por medio a diferencia del pasado. Antes de enamorarse de su señor, solía meterse a voluntad y con frecuencia en aventuras que muchas veces no duraban más que una noche, con hombres y mujeres de apariencia estimulante, pero con quienes no sentía atracción más que física, a eso se limitaba, no había compartido un vínculo especial con ninguna de esas personas, las había gozado sin un afecto intenso, no volverlas a ver jamás luego era algo que no le había desanimado... Aunque si su señor se lo exigía, muy a pesar de lo que quería podía actuar como un arma de seducción para conseguir información de los enemigos, o incluso había tomado el cuerpo de alguien más para enseñarle sobre el coito.

-Que perceptivo, gustoso aceptaría ser el amante de Ran, y no me importaría tener que compartirlo contigo… pero no creo tener oportunidad, aún si tu murieras apostaría que mi amo seguiría dedicado en cuerpo y alma solamente a ti… La vida puede ser injusta, tú no lo quieres y él se aferra a ti, yo si lo quiero pero mi amor es no correspondido...-, dijo callando de pronto al ver la reacción del muchacho, al fin el afrodisiaco comenzaba a hacer efecto. Escuchó aquella acusación, su concepto de honor recaía en actuar para complacer a su gobernante, pero no emitió defensa alguna. El humillo manipulado rozaba su piel, inevitablemente ese dulce aroma provocativo también comenzaba a actuar en su propio cuerpo.

-No te sobreesfuerces, es inútil, ya está dentro de tu organismo. No tienes que preocuparte, él se encargara de satisfacerte.-, emitió acercándose al joven que cargó en brazos para disponerse a llevarlo como ofrenda a su líder.


-Y lo haré sufrir más de lo que nadie pudiera imaginar…-, era un juramento de venganza. -El mató a mi juguete favorito, eso jamás se lo perdonaré, pero no es la fuente de mi sed, la humillación que me provocó no tendrá perdón ni ahora ni en ningún siglo.-, recalcó con enojo en su voz, en esos instantes de falsa tranquilidad junto suficiente poder para lograr un hechizo, aunque debía pensar bien cual ejecutaría.

Jadeó cuando se vio atrapado por aquel animal, los efectos estaban consumiéndose más, y es por eso que evitó moverse, aunque escapar no hubiera sido del todo imposible con su orgullo pero se dio cuenta que hacer acto de valentía solo haría que tuviera más rapidez la consumación de ese aroma sobre su cuerpo, por lo cual era mejor estar pasivo.

Estando en los brazos de aquel hombre tuvo acceso al lugar que eligió para su castigo, rasgó las prendas de este, la camisa fue nada cuando descubrió parte de su pecho, y cortó al costado del corazón, la sangre fluyó, lamió esa esencia metálica. -Sangre de demonio, sangre de pecador que se consume en pasión por lo ofrecido al dios de fuego…- Lamió su colmillo cortándose un poco de su lengua, y una gota de su sangre acarició la herida curándola en oscuro. -Sométete ante tu señor… No en esta época, no en este siglo… Si no en tiempos venideros donde las lenguas de fuego consuman el corazón… En una noche, en una luna elegida por su voz será un animal en cuerpo y alma sólo ante él…-

-Serás dócil como fiel cachorro…-, El fuego rodeó a ambos haciendo el pacto de aquella magia, y tal cual lo había dicho no era para someterlo en ese instante, era un hechizo futuro en una conveniencia propia, el destello luminoso de ese tricolor danzante fue pera distraer al espía que sintió desde hace rato cuando su magia fue más fiel a él a pesar de estar ligada con un desconocido. Aquella herida curada quedó en un oscuro trueno que jamás se borraría, al menos no si no obtenía su perdón, nunca escaparía de él.


Lo alzó, percibiendo por el gemido erótico emitido y el calor de ese cuerpo la sensibilidad provocada por el afrodisiaco. –Se atendrá a las consecuencias. Fue su elección, mejor una vida de sufrimiento contigo que sin ti… Y yo estaré a su lado para ayudarlo a cargar con ese dolor.-, respondió. El joven le rasgó la ropa dejando su pecho al descubierto, su piel fue cortada siendo la sangre degustada por la lengua del rubio. –No te impacientes, guarda esa clase de juego para mi amo.-, dijo en tono divertido al ser atacado de esa forma. Una columna de fuego se levantó alrededor de ellos de pronto, permaneció quieto dentro de ese círculo, preocupado más que por quemarse a sí mismo porque en un erróneo movimiento el contacto con esas llamas pudieran herir al que llevaba en brazos. -Vals a la luz de la luna llena, el alma del lobo guerrero se funde con el tornado. Cuando el lobo es uno con la naturaleza, ruge el viento surcando a través del reino del caos.- emitió el conjuro para esparcir las flamas. Llegó a escuchar un leve susurro del que se aferraba a su pecho, pensó que se trataba del hechizo que había alimentado el fuego, siendo inconsciente de la magia que maldecía su ser.
Debía llevar la presa intacta ante su señor, era lo único que le importaba en ese momento. Supuso que no tendría otro altercado camino a los aposentos de Ranjiv, considerando que tal derroche de energía habría agotado al menor. Salió de la taberna con Kyrus en brazos, dirigiéndose al encuentro de su amo.


Con un gran ojo indiscreto en el techo de la taberna vigilaba a Kyrus y Caesar. No le importaba que se supieran observados, en realidad era intencional dejarles en evidencia que nos les quitaba un ojo de encima, se sentía en su derecho como señor del lugar de supervisar los movimientos de aquellos que se encontraban en su territorio.

Como imaginó, la aparente tregua entre ambos personajes reunidos como “amigos” compartiendo un almuerzo no duró demasiado. Su obsesión de pronto se notó alterado, se preguntó que le habría dicho su lobo guardián para echar a perder la aparente calma. Al verlo pararse tambaleándose consideró ir a buscarlo, pero a la vez sabía que haciendo acto de presencia solamente lograría que aquel que mostraba signos de estar debilitado se perjudicara sobreexigiéndose con tal de no ser apresado, así que prefirió ver como lo manejaría Caesar.

Vio al lobo cargar al gatito. Ver a su adorado en brazos de otro hombre inevitablemente lo irritaba, aún cuando consideraba que ese soldado pudiera tener simplemente la intención de llevar al que no se encontraba en el mejor estado a reposar, sin otro tipo de interés más que tratar al huésped según las órdenes dadas. Los celos aumentaron cuando el rubio desgarró la ropa de aquel acariciando ese torso masculino con la lengua, pudo distinguirlo perfectamente por el ángulo en el cual el ojo se posaba. Disgustado por la imagen agarró un pequeño jarrón de acero que se encontraba cerca de él y lo aventó rompiendo el espejo en pedazos, un vidrio saltó hacia su rostro provocándole un largo tajo en la mejilla.
Acortó camino hacia el exterior saliendo por la ventana rota, la misma por la cual había escapado el rubio, y se dirigió hasta el punto donde el bar se encontraba para retirar lo que le pertenecía.


No le prestó mayor atención a esas palabras, en realidad no importaba lo que cada uno de ellos sintiera, él sólo tenía una idea fija y se trataba de la venganza, de la reconstrucción de su reino, pero sobre todo primero sería salir de aquel sintió maldito, odiaba el sólo hecho de saberse allí de nuevo con esa persona que no pudo destruir en el pasado por culpa de su progenitor.

Aquel conjuro en realidad no era suyo, no le gustaba aceptarlo pero era uno de su padre, un hechizo que le mostró cuando le otorgó un regalo, una mascota tan peculiar que por un tiempo fue su favorita, igual pasó con su hermano, aunque cuando descubrió el conjuro terminó con esa mascota, pero aún así aceptaba que ese hechizo era conveniente. Su conjuro había sido un éxito, la marca oscura lo reflejaba, dejó su mano allí quieta ocultándola, cerró sus ojos pues los sentía un poco pesados, su cuerpo fundido en un escalofrío en la guerra de dos elemento opuestos, la consumación de aquel afrodisíaco que buscaba seguir seduciendo cada fibra de su ser, y el cansancio que buscaba alimentar de nuevo el fuego natural de ese cuerpo.

Decidió descansar, eso sería bueno, al menos hasta que aquel otro se encontrara con ellos, debía de tener aunque sea un poco de fuerza para poder defenderse de ese tipo que lo había humillado tanto. Clavó sus uñas en el pecho ajeno por el enojo, pero no se resistió más que eso, no deseaba caer en el descontrol animal de la lujuria, eso no era digno de él, aunque su cuerpo no parecía escuchar aquello pues estaba sensible.

Esta entrada ha sido publicada en Mis obras, Rol y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.

3 Responses to Caesar Unrequited Love’s Song

  1. Bueno, ahí te dejó un comentario pero que conste que he leído salteado (porque ya sabes que a mi estas cosas no... no, xD). Llegué a leer " Lo alzó, percibiendo por el gemido erótico emitido..." bajé a publicar commnet para intentar decirle a mi mente que no es verdad lo que leyó, xDDDDD.

    Aún no puse el crew de Adventure Time pero me parece precioso >w< quedó súper lindo con esos gifs *^*

    • Venecia Lamperouge dijo:

      Y yo que te quería meter en el nuevo Endless manejando al hermano de Ran, agradece que no entraré y arrastraré conmigo (?), mira si alguien intentaba violar a tu niño, te traumabas aún más XD

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *